domingo, 19 de mayo de 2013

Gris

...quiero dormir mucho, respirar profundo, que se me quite el dolor de cabeza, que se me salgan de una vez todas las lágrimas y la opresión del pecho... y salir al sol, a sentir el aire y disfrutar el cielo azul... pero veo gris, veo borroso y no son mis lentes sucios... estoy cargando más de lo que puedo y el tiempo pasa muy lento...

lunes, 6 de mayo de 2013

Quitándonos la venda de los ojos

Me estaba acostumbrando… y no, a las peculiaridades de Octavio.

Cada vez que hay un berrinche extremo, una explosión excesiva y violenta de frustración, un desgastante estira y afloja jalándolo para que se quede junto a mí, donde no hay peligro, esperando su cooperación para haga lo que necesito en ese momento, como alistarnos rápidamente para salir o que salude y se despida de su abuelo, o que podamos ir juntos  a comer, a comprar, a visitar… siempre  deseando que lo podamos hacer tranquilos y que él se deje guiar por el mundo tomado de mi mano…, pero ya tiene 3 años y medio, y eso la mayoría de las veces, no pasa.

Me estaba acostumbrando, porque estas dificultades las he asumido todo este tiempo como algo pasajero que se modificará, cuando cumpla 4 quizá, cuando madure más, cuando crezca otro poquito tal vez.

Pero no, no me acabo de acostumbrar a este “carácter fuerte”  porque cada vez pierdo la paciencia más rápido, cada vez me siento más cansada y con mil dudas de si mi forma de criar es la mejor para lograr un cambio en él. Pensaba en cada mañana como un nuevo día, una nueva oportunidad para ver sus logros y avances diarios, esperanzada en el día en que Octavio será un niñito amoroso, que no nos pegue, que salude a todos cuando le hablan, que juegue y disfrute de la compañía de otros niños. Vivo añorando a un hermoso pequeñito parlanchín y preguntón. Espero emocionada el día en que pueda entablar un diálogo con él… Me decía a mí misma, él va a su propio ritmo, él es especial, él es sofisticado, y un día los alcanzará y todo será más fácil. … pero cuándo?...

Ese día no llega y veo a los otros niños, de su misma edad o más pequeños, totalmente en otro nivel, en la etapa del desarrollo en la que se espera que estén. Veo a los demás felices, disfrutando de sus juegos, de su taller de lectura, de sus actividades en la clase de arte, atendiendo y respondiendo, interactuando, participando. Y el día no llega para Octavio. Él se distrae, observando los focos, las ruedas de los cochecitos, los clavos, los ventiladores, todo lo que gire. El hoyito de las chapas, su reflejo en las cucharas. El goteo del agua de las llaves, las campanas de las iglesias. Las máscaras le obsesionan. Octavio pocas veces permite que le ponga ropa de manga corta. A Octavio no le gusta quitarse los zapatos. No sabe modular su frustración, se enoja, se jalonea, grita cuando las cosas son distintas a lo que él quiere hacer. Es muy fuerte. Octavio aún no conversa, la mayoría de las veces sólo habla, repitiendo frases. Sin embargo, creo que entiende todo muy bien. Creía que amaba mis pies, al grado que me “secuestraba”, me acostaba en la cama para admirármelos, no me permitía que me tapara o me pusiera calcetas, con tal de observarlos, abrazarlos, besarlos. Me daba mucha risa, pensaba me ama, pero, ese es otro de sus comportamientos obsesivos.

Una amiga me habló del autismo cuando comentaba conmigo de los comportamientos “extraños” de Octavio. Me cayó como un balde de agua helada pero me ayudó a ver con cierta claridad que Octavio presenta casi desde que iba a cumplir un año distintos comportamientos que yo creía que eran cuestiones de su carácter. Cuando leí sobre las características de los niños con Trastornos del Espectro Autista, encontré una descripción casi literal de cómo es él: muchas veces no hace contacto visual, ignora a tal grado a la gente que le habla que a veces parece que no escuchara. No tiene juego imaginativo, estaciona sus triciclos de cierta manera repetitiva, pero no sabe pedalear. Busca debajo de los coches, se tira al piso para observar sus ruedas, habla como haciendo eco… y un largo etcétera de pequeños detalles llamativos, que quizá sólo yo observo pero que hasta ahora no les había tomado importancia.

¿Y si no es nada? A veces tiene días excelentes, momentos muy buenos, donde interactúa, juega, convive, disfruta…

La semana pasada di un gran paso. Hablé de mis miedos y sospechas. Las reacciones han sido distintas. Mi mamá me dijo que ya desde cuándo que lo hubiera llevado con la psicoterapeuta con un cierto tono de “te lo dije”. El papá de Octavio expresa su angustia enojado y me sentí culpable por preocuparlo. Y mi amiga Claunnia, todo amor y abrazos, me ayudó a desahogarme pero también a buscar la ayuda necesaria.

Esta semana comenzaremos a llevarlo a un centro de apoyo donde trabajarán con él para hacerle una evaluación del desarrollo, donde verán aspectos psicológicos, motrices, emocionales, lingüísticos y sociales, para saber con claridad dónde están sus debilidades y enfocarnos en sus fortalezas. El diagnóstico nos servirá para saber cómo ayudarlo, encontrar las herramientas para lograr establecer una mejor comunicación con él.

Se me hará eterno el momento en el que me den la respuesta de qué es lo que tiene, estoy además, muy preocupada por cómo lo asumirá el papá de Octavio, así que ya estoy poniéndome de colchón para que él caiga en blandito.

No sé qué va a pasar, pero en cualquier caso, no quiero que Octavio empiece a ser tratado de manera distinta, no quiero que sea discriminado, que nos miren raro. Somos los mismos. Y él es un niño tan valioso como todos.

Quería compartírselos, porque me será muy difícil vivir sola esto...