El humilde papá que vende plátanos fritos en la calle para sustentar a su familia y que con los ojos vidriosos y el corazón desbordado sacrifica su día de trabajo para acompañar, permanecer, escuchar, aprender y compartir su dolor y el enorme amor que lo impulsa para seguir apoyando a su hijo con autismo...
La mamá de la adolescente ciega y con autismo, que ha afrontado con tanta valentía la doble etiqueta con la que le ha cerrado las puertas un sistema educativo ignorante y aterrorizado que no comprende las necesidades de su hija y que la ha excluído una y otra vez...
El largo viaje de madrugada que emprenden durante 6 horas para llegar al día de terapia ese pequeñito de pestañas y ojos hermosísimos, que es es el vivo retrato de su madre, dice su padre, la que los abandonó a su suerte. Ellos, con ojos inmensamente tristes, uno e inmensamente tiernos, el otro, son una dupla de amor infinito...
Son las historias que esta semana me han conmovido y que me enseñan lo que es ser valiente, lo que es amar incondicionalmente, que no debo rendirme, que debo dejar de lamentarme por lo que no tengo y ver hacia adelante. Tengo mucho por aprender, para aceptar... y amar.