El humilde papá que vende plátanos fritos en la calle para sustentar a su familia y que con los ojos vidriosos y el corazón desbordado sacrifica su día de trabajo para acompañar, permanecer, escuchar, aprender y compartir su dolor y el enorme amor que lo impulsa para seguir apoyando a su hijo con autismo...
La mamá de la adolescente ciega y con autismo, que ha afrontado con tanta valentía la doble etiqueta con la que le ha cerrado las puertas un sistema educativo ignorante y aterrorizado que no comprende las necesidades de su hija y que la ha excluído una y otra vez...
El largo viaje de madrugada que emprenden durante 6 horas para llegar al día de terapia ese pequeñito de pestañas y ojos hermosísimos, que es es el vivo retrato de su madre, dice su padre, la que los abandonó a su suerte. Ellos, con ojos inmensamente tristes, uno e inmensamente tiernos, el otro, son una dupla de amor infinito...
Son las historias que esta semana me han conmovido y que me enseñan lo que es ser valiente, lo que es amar incondicionalmente, que no debo rendirme, que debo dejar de lamentarme por lo que no tengo y ver hacia adelante. Tengo mucho por aprender, para aceptar... y amar.
Que bien Yarim que puedas ver nuevamente el bosque. La fuerza de madre no se agota. Siempre hay mucho más que dar aún cuando pareciera que dimos ya todo. Y ahí es cuando nos descubrimos a nosotras mismas. Te mando mi corazón de madre para que se una en fuerza con el tuyo. Nayeli
ResponderEliminar¿Ya ves porque nuestros niños son nuestros grandes maestros?, no es fácil, yo también a veces caigo y otras me levanto pero Alan me ha enseñado mucho. Me da gusto leerte y ver tu empatía, estamos en el camino correcto. Saludos, Isela.
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