Soñé que en una fosa encontraba ropa. Empezaba a reconocerla, el suetercito de la escuela, la camisa, sus pantalones, era la ropa de Octavio. Rascaba más la tierra y lo encontraba a él. Lo sacábamos vivo.
En eso desperté.
El sueño me dejó muy triste. Para mí no fue más que un sueño espantoso y angustiante, pero para las 44 familias de los estudiantes normalistas esa pesadilla no terminará nunca.
No siento más que un inmenso dolor por esas madres y esos hijos.
Cuánta sangre... cuánto dolor...
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