El 23 de diciembre de 2014, en medio de la gran depresión que de por sí me inunda en esas fechas y de una gripa monumental, soñé...
Soñé con esa sensación única y placentera que me da salir al mundo y decía -Sí sí, estoy de viaje después de tanto tiempo... ¡Qué bonito! ¡Estoy en Bogotá!...
Y me desperté, a las 3 de la mañana, sorda por la gripa y con Octavio mojado hasta el cuello y llorando porque no encontraba un coche amarillo con el que se acostó y que perdió entre las sábanas.
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