lunes, 10 de abril de 2017

EVA

Son cinco minutos. La vida es eterna en cinco minutos…
Victor Jara. Te recuerdo Amanda
           
I

ÉL. Ahí sentado en la banca masiva de la parroquia, esperaba. Una campana repiqueteante indicaba que en menos de 5 minutos todo iba a iniciar. El mundo le daría la oportunidad de sentir al universo encerrado en los sonidos de aquellos instrumentos peculiares que no sabía que existían y que ese día estaba destinado a conocer. Un par de autobuses se aproximaron y detuvieron en la pequeña plaza que precedía el atrio de la iglesia. Bajaron de ellos un grupo variopinto de personas vestidas casi igual, cargando cajas de todos tamaños y formas. Se fueron al espacio lleno de sillas que se adaptó para ellos frente del altar. Y empezó todo.

Vio unas extrañas guitarras de varias dimensiones que los señores que tenía enfrente de su lugar empezaron a tañer usando una vara de madera sobre las cuerdas. Y los oídos empezaban a zumbar con todas las frecuencias que salían de 4 cuerdas.

Un hilillo de saliva salió sin control de su boca que de momento se lleno de aquellas nuevas vibraciones que eran muy distintas a las de la bocina ensordecedora del trailer veloz que irrumpió para advertirle del peligro que corría caminando sin miedo en medio de la autopista y que había sido hasta entonces el único sonido cuya estridencia le había hecho sentir que lo podían ver, que no era un ser invisible en aquella vida llena de tristezas que era su vida cotidiana, aunque solamente se percibiera como un estorbo más camino al centro de Pedro Escobedo, porque ahí en la Parroquia de Santa María Guadalupe se encontraría con sus hermanos quienes apenados de él y del sindrome de down reflejado en su rostro, se habían habituado a citarse lo más lejos de la telesecundaria de la cual estarían saliendo a esa hora antes de regresar a casa y quienes no sabía que esa tarde había concierto con la OFEQ.

II

Eva. Fumaba un cigarro antes de entrar a la iglesia y platicaba con alguien más que compartía su afición. Dio una última bocanada y se dispuso a entrar al templo unos minutos antes de la hora para iniciar el concierto de la OFEQ. Recordaba a veces su años de aquella juventud musical de donde surgió y encaminó sus primeros pasos por el universo de sonidos cerca de Zóltan Kodaly, el maestro húngaro que ideó un sistema de señas para los sonidos que podrían entender todos con oído o hasta sin él. Incluso en una película resultaba ser el idioma ideal para entablar comunicación con el universo y los demás seres que podrían visitarnos eventualmente, porque la música es el latido del corazón del creador del universo y en ellos nos movemos dentro del vientre del cosmos que se expande y nos traslada hacia al centro de todas las luces y de todos los orígenes en el tiempo y espacio ¿Quién soy, a qué vine?


III

Empezó a prepararse. Tensó el arco, verificó la afinación de las cuerdas y antes de empezar lo vio. Él, seguía sentado y quieto, pero de tiempo en tiempo trataba de cantar e imitar los sonidos que se dispersaban magnificados por la bóveda elevada del cielo de la iglesia donde se agitaban algunas palomas que se mostraron inquietas ante la inusual irrupción de sonidos.

Se levantó de su lugar y verificó cuánto tiempo quedaba antes de iniciar el concierto… “queda un poco…” se dijo a sí misma.

Se acercó portando su instrumento recién afinado y con el arco con la brea y tensión necesarias. Se acercó a aquel ser a quien todo el pueblo consideraba una piltrafa que evitaban y mostraban desde indiferencia, hasta desprecio, como indicaba su soledad en aquella banca tan próxima a la sección de violas.

Eva, con la paciencia y calma que dan 5 minutos antes de que Martín el concertino de la OFEQ afinara a la orquesta, le dio su viola y él la recibió sin miedo y sin extrañeza. Le puso el arco en su mano derecha y lo hizo frotar las cuerdas cuyas vibraciones eran tranquilizadoras y agradables, nada que ver con aquel trailer que lo  había sobresaltado unos minutos antes. Y rió y experimentó una alegría que no había vivido hasta ese día porque su primer lección de música –y posiblemente la única- la recibía de aquella señora gentil que desde la lejana tierra de los húsares había venido en esos instantes sólo para él, hablando con un acento peculiar y dando ciertas indicaciones para hacer vibrar esa guitarrita extraña que tenía entre las manos y que no quería dejar de sentir y que evocaba un extraña época que sólo entre sueños a veces surgía. Una voz, el canto de la mujer amorosa que no conoció y que acariciaba el universo redondo donde él nadaba placidamente sin miedo ni temores. En paz …
                                                                   
Martín pasó al frente de todos esos señores de negro y blanco para afinar a la orquesta y súbitamente el lugar experimento un silencio que sólo interrumpían los canturreos de las palomas que se reunían en el campanario. Eva retiró amablemente su viola y le dio un beso cariñoso de despedida en su frente. Con una sonrisa cómplice se trasladó a su lugar desde donde un momento después en medio de una ovación entró un señor con una varita que le recordó a los magos que a veces iban a la feria del pueblo…

IV
Sus hermanos lo arrebataron en medio de la suite 2 de L’Arlessianne de Bizet. Entraron y sólo porque el final emocionante de la farandole cubrió la pequeña discusión que tuvieron antes de llevarlo forzadamente hacia fuera. Él volteó varias veces antes de ver por última vez a Eva, que mientras tocaba sus pasajes no advertía nada de eso.

Al final del concierto, volvió a salir para fumar otro cigarrillo y en su paso lo buscó. Lamentó un poco su ausencia y al encender el fuego que iniciaba las cascadas de humo que salían de la boca, se preguntó una vez más por él, antes de ir a tomar el autobús a Querétaro.

Y él, algo lejos de ahí camino a casa sabía que había probado un poco al universo vibrante que, por unos breves instantes se abrió y lo conectó con la armonía de las esferas. Esa noche inusualmente estrellada se miró en el centro de todo. Una risa franca e intensa que sus hermanos no comprendieron y que hasta reprocharon por parecer aún más tonto de lo usual los desconcertó, aunque verdaderamente el único desconcertado era él, al haber sido súbitamente arrebatado de ese concierto que le cambiaría el mundo por un breve momento de fugaz felicidad.

A Eva Petrani. Compañera de labor. A  25 años de fundación de la Orquesta Filarmónica del Estado de Querétaro

Karel Gómez

10 de abril de 2017