Son cinco minutos. La vida es eterna en cinco minutos…
Victor
Jara. Te recuerdo Amanda
I
ÉL. Ahí
sentado en la banca masiva de la parroquia, esperaba. Una campana repiqueteante
indicaba que en menos de 5 minutos todo iba a iniciar. El mundo le daría la
oportunidad de sentir al universo encerrado en los sonidos de aquellos
instrumentos peculiares que no sabía que existían y que ese día estaba
destinado a conocer. Un par de autobuses se aproximaron y detuvieron en la
pequeña plaza que precedía el atrio de la iglesia. Bajaron de ellos un grupo
variopinto de personas vestidas casi igual, cargando cajas de todos tamaños y
formas. Se fueron al espacio lleno de sillas que se adaptó para ellos frente
del altar. Y empezó todo.
Vio unas
extrañas guitarras de varias
dimensiones que los señores que tenía enfrente de su lugar empezaron a tañer
usando una vara de madera sobre las cuerdas. Y los oídos empezaban a zumbar con
todas las frecuencias que salían de 4 cuerdas.
Un hilillo de
saliva salió sin control de su boca que de momento se lleno de aquellas nuevas
vibraciones que eran muy distintas a las de la bocina ensordecedora del trailer
veloz que irrumpió para advertirle del peligro que corría caminando sin miedo
en medio de la autopista y que había sido hasta entonces el único sonido cuya
estridencia le había hecho sentir que sí
lo podían ver, que no era un ser invisible en aquella vida llena de tristezas
que era su vida cotidiana, aunque solamente se percibiera como un estorbo más
camino al centro de Pedro Escobedo, porque ahí en la Parroquia de Santa María
Guadalupe se encontraría con sus hermanos quienes apenados de él y del sindrome
de down reflejado en su rostro, se habían habituado a citarse lo más lejos de
la telesecundaria de la cual estarían saliendo a esa hora antes de regresar a
casa y quienes no sabía que esa tarde había concierto con la OFEQ.
II
Eva. Fumaba un
cigarro antes de entrar a la iglesia y platicaba con alguien más que compartía
su afición. Dio una última bocanada y se dispuso a entrar al templo unos
minutos antes de la hora para iniciar el concierto de la OFEQ. Recordaba a
veces su años de aquella juventud musical de donde surgió y encaminó sus
primeros pasos por el universo de sonidos cerca de Zóltan Kodaly, el maestro
húngaro que ideó un sistema de señas para los sonidos que podrían entender
todos con oído o hasta sin él. Incluso en una película resultaba ser el idioma
ideal para entablar comunicación con el universo y los demás seres que podrían
visitarnos eventualmente, porque la música es el latido del corazón del creador
del universo y en ellos nos movemos dentro del vientre del cosmos que se
expande y nos traslada hacia al centro de todas las luces y de todos los
orígenes en el tiempo y espacio ¿Quién
soy, a qué vine?
III
Empezó a
prepararse. Tensó el arco, verificó la afinación de las cuerdas y antes de
empezar lo vio. Él, seguía sentado y quieto, pero de tiempo en tiempo trataba
de cantar e imitar los sonidos que se dispersaban magnificados por la bóveda
elevada del cielo de la iglesia donde se agitaban algunas palomas que se
mostraron inquietas ante la inusual irrupción de sonidos.
Se levantó de
su lugar y verificó cuánto tiempo quedaba antes de iniciar el concierto… “queda un poco…” se dijo a sí misma.
Se acercó
portando su instrumento recién afinado y con el arco con la brea y tensión
necesarias. Se acercó a aquel ser a quien todo el pueblo consideraba una
piltrafa que evitaban y mostraban desde indiferencia, hasta desprecio, como
indicaba su soledad en aquella banca tan próxima a la sección de violas.
Eva, con la
paciencia y calma que dan 5 minutos antes de que Martín el concertino de la
OFEQ afinara a la orquesta, le dio su viola y él la recibió sin miedo y sin
extrañeza. Le puso el arco en su mano derecha y lo hizo frotar las cuerdas
cuyas vibraciones eran tranquilizadoras y agradables, nada que ver con aquel
trailer que lo había sobresaltado unos
minutos antes. Y rió y experimentó una alegría que no había vivido hasta ese
día porque su primer lección de música –y posiblemente la única- la recibía de
aquella señora gentil que desde la lejana tierra de los húsares había venido en
esos instantes sólo para él, hablando con un acento peculiar y dando ciertas
indicaciones para hacer vibrar esa guitarrita extraña que tenía entre las manos
y que no quería dejar de sentir y que evocaba un extraña época que sólo entre
sueños a veces surgía. Una voz, el canto de la mujer amorosa que no conoció y
que acariciaba el universo redondo donde él nadaba placidamente sin miedo ni
temores. En paz …
Martín pasó al
frente de todos esos señores de negro y blanco para afinar a la orquesta y
súbitamente el lugar experimento un silencio que sólo interrumpían los
canturreos de las palomas que se reunían en el campanario. Eva retiró
amablemente su viola y le dio un beso cariñoso de despedida en su frente. Con
una sonrisa cómplice se trasladó a su lugar desde donde un momento después en
medio de una ovación entró un señor con una varita que le recordó a los magos
que a veces iban a la feria del pueblo…
IV
Sus hermanos
lo arrebataron en medio de la suite 2 de L’Arlessianne
de Bizet. Entraron y sólo porque el final emocionante de la farandole cubrió la pequeña discusión
que tuvieron antes de llevarlo forzadamente hacia fuera. Él volteó varias veces
antes de ver por última vez a Eva, que mientras tocaba sus pasajes no advertía nada
de eso.
Al final del
concierto, volvió a salir para fumar otro cigarrillo y en su paso lo buscó.
Lamentó un poco su ausencia y al encender el fuego que iniciaba las cascadas de
humo que salían de la boca, se preguntó una vez más por él, antes de ir a tomar
el autobús a Querétaro.
Y él, algo
lejos de ahí camino a casa sabía que había probado un poco al universo vibrante
que, por unos breves instantes se abrió y lo conectó con la armonía de las
esferas. Esa noche inusualmente estrellada se miró en el centro de todo. Una
risa franca e intensa que sus hermanos no comprendieron y que hasta reprocharon
por parecer aún más tonto de lo usual
los desconcertó, aunque verdaderamente el único desconcertado era él, al haber sido súbitamente arrebatado de ese
concierto que le cambiaría el mundo por un breve momento de fugaz felicidad.
A Eva Petrani. Compañera de
labor. A 25 años de fundación de la Orquesta Filarmónica del Estado de Querétaro
Karel
Gómez
10
de abril de 2017
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