Para Dulce y Nicole, por tanto amor...
Hace unos días pasé por la primaria a la que ingresó Octavio en 2016. Y me entró cierta melancolía.
Recordé con cuánta ilusión nos preparamos con el uniforme, la lista de útiles, la mochila, los zapatitos negros escolares, además de las agendas y todas los materiales de apoyo con los que pretendía que Octavio cursara su primer grado en una Primaria regular, que además, se suponía que era una escuela Inclusiva. Había un equipo de USAER y el acompañamiento de nuestra querida maestra sombra. Todo estaba dispuesto para lograr una inclusión exitosa. Como veníamos de una gran experiencia en el Preescolar, todo pintaba para salir bien.
Para mí todo era emocionante y tenía fincadas mis esperanzas en que ahí avanzaría y sería un niño más de primero de primaria. Hoy analizo que en realidad era mi ilusión, negación, autoengaño o como se le quiera llamar, a mi necedad por insertar a toda costa a mi hijo en la "normalidad" de una escuela pública regular bajo el sistema escolar tradicional.
¿Y qué sucedió? Que pronto nos dimos cuenta de que aunque se hable mucho de INCLUSIÓN la realidad es que las escuelas distan en serlo. Inclusión no es recibir a los niños y luego no saber qué hacer con ellos. La inclusión no es que el niño no reciba los apoyos que necesita, así sean esos dibujitos que parecen de preescolar —pictogramas, maestra— en las áreas del salón. Inclusión es una actitud, de los maestros, los directivos, los intendentes, que quieran aprovechar las oportunidades de cursos, talleres, seminarios sobre autismo para saber cómo atender a sus alumnos o a los que en el futuro lleguen. Inclusión es hacer equipo con los padres, la maestra sombra, la maestra de grupo, la maestra de apoyo, la directora de educación especial, a favor del niño. Inclusión es respeto y comprensión por el niño y sus padres.
En cambio, no tuvimos mucho espacio para hacer propuestas, no hubo ajustes razonables, no hubo ni actitud ni interés real por parte de los "especialistas" para apoyarlo y, de no ser por su maestra sombra, que lo acompañó desde el preescolar, Octavio estuvo en verdadera desventaja mientras cursó su primer grado. Tuvo que adaptarse y acostumbrarse permanecer sentado, en silencio, haciendo mucha, muchísima tarea en las tardes. Y así, como una bomba de tiempo, se fue llenando de ansiedad, de conductas inapropiadas y mucho estrés. Hasta que hizo crisis y explotó lleno de disgusto y de intolerancia. En los últimos tiempos Octavio ya no quería ir a esa escuela.
Yo no culpo a la Primaria, ni a su maestra de grado (es justo decir, que cerca del final de nuestra permanencia en la escuela, se flexibilizó, comprendió mejor la situación y aceptó el trabajo coordinado con nuestra maestra sombra), ni a los demás maestros y personal de la escuela.
Mi punto de vista es que el problema es un sistema educativo que no da pie a las individualidades, que busca un avance estandarizado, con maestros capacitados para atender a 25 alumnos regulares y que en general, no saben qué hacer con sus alumnos con condiciones diversas. Un sistema que le exige un montón de papeleo y estrés a sus maestros, que les ocupa mucho del tiempo que deberían tener para conocer, aprender, relacionarse con sus alumnos... y así, un montón de cosas.
Los logros de la INCLUSIÓN EDUCATIVA los veremos en los años próximos, es un proceso largo que implica muchos cambios. Pero la intención está y va. Veremos en el futuro, a la ESCUELA mexicana del futuro. Con Reforma Educativa o sin ella, lo más importante es la Educación, que es lo que hará que nuestra sociedad sea verdaderamente inclusiva.
En algún par de ocasiones en las que pude estar en la hora del recreo, vi a Octavio deambulando, hablando para sí mismo, cuidandose de los balonazos y de los niños que corretean sin fijarse si atropellan a otros. Lo ví sólo, sin que nadie se le acercara para establecer una relación estrecha de amistad. Ningún niño lo acompañaba a desayunar, ni lo invitaba a integrarse en algún juego. Pero tampoco ningún adulto se acercaba para ayudarlo a establecer relaciones, para entender las reglas de los juegos. Rodeado de muchos niños, insertado en un lugar donde no era tomado en cuenta, estaba solito. Eso me cuestionó seriamente, me obligó a hacer una pausa y reflexionar si eso era lo que yo quería para él. Y no, por supuesto que no.
Es difícil deshacerse de las ideas y las presiones sociales de lo que DEBE ser.
Para muchos niños con autismo el sistema educativo tradicional les funciona. Para nosotros no fue el momento y lo que es más, no se si ese momento llegue. Y ya no es algo que me mortifique. Octavio No DEBE ir a la Primaria a fuerza, no DEBE sacar dieces, no DEBE avanzar grados. Octavio DEBE aprender a autorregularze, DEBE aprender a ser autónomo, DEBE aprender a encontrar un equilibrio, DEBE ser feliz.
Y todo eso, se aprende desde luego en casa y en otros lugares maravillosos...
Y así llegamos a INTEGRA...
Las palabras mágicas son AMOR, RESPETO y COMPRENSIÓN..
Las imágenes lo dicen todo...
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