miércoles, 30 de diciembre de 2009

Ser mamá


Continuación...


IV. Depresión

Sin duda los primeros días de la vida de un bebé y su mamá son muy críticos. Estuvimos tres días en el hospital. Ahí, recibíamos la ayuda de las enfermeras y estábamos monitoreados por los médicos. Mi mamá me acompañó todo el primer día. Como yo estaba muy molesta por la cesárea, muy adolorida y cansada, me costaba mucho movilizarme y además, mi presión seguía alterada, élla lo vistió y cambió; me enseñó a sostenerlo, a darle el pecho, además de que me ayudó a comer, a pararme, a bañarme, etc. También la mamá de Israel vino de Pachuca esa primera noche y ella relevó a mi mamá apoyándome en todo lo que necesitáramos el bebé y yo mientras estuviéramos hospitalizados. Me impresiona el papel tan solidario de las mujeres, más cuando es su hija y nuera, la que acaba de tener a su nieto. No tengo más que un gran agradecimiento hacia ellas dos y sin duda, ahora las valoro y admiro más, por ser grandes mujeres y madres.

A Israel lo vi hasta que nos dieron de alta. Estuvimos tres días, pero en el área de ginecología no pueden entrar hombres, ni aunque sean los papás de los bebés que nacen, lo que se me hace absurdo. Sólo habíamos estado hablando por teléfono pero tenía muchas ganas ya de estar con él. Necesitaba su apapacho no sólo el de las abuelas. Cuando por fin salimos y nos vimos no pude parar de llorar. En ese momento me cayó el veinte de que ahora éramos papás, que teníamos una gran responsabilidad por delante, que la pequeñita y recién llegada vida que tenía en mis manos, dependía absolutamente de nosotros y de que no había vuelta de hoja. El sentirme inexperta, temerosa, cansada, adolorida, hinchada y todavía con taquicardia por la hipertensión, y todo el desorden hormonal del embarazo y parto, provocó que me deprimiera profundamente. De verdad que veía todo como a través de un velo gris de desánimo, pese a que me hacía muy feliz haber tenido a mi hijo. No podía parar de llorar, de sentirme mal emocionalmente, de pensar en cosas negativas. Si no hubiera tenido el apoyo absoluto de mi mamá, de Israel y de su mamá, y claro, del resto de mi familia, todos esos primeros días no los hubiera podido sobrellevar sola.


Octavio alimentado en tequilero por sus abuelitas
Esa primera semana se me hizo interminable, larguísima, muy cansada. La depresión postparto la viví de verdad con el sentimiento de que nunca terminaría. Sin embargo, tenemos la capacidad de adaptación y de aprendizaje, y con un hijo, no queda más que afrontar todo. Con el paso de los días todo fue acomodándose en su lugar y, aunque seguimos en el proceso de adaptación a esta nueva vida como papás con todo lo que implica, ahora ya me siento mucho mejor y más optimista.

La experiencia de ser madre y de vernos reflejados en él, reconociendo expresiones y rasgos nuestros, hicieron que me diera cuenta de que sin duda, pese a que no es el hombre perfecto, Israel es la mejor elección que he podido hacer en la vida. Lo amo más que nunca porque juntos hicimos que nuestro hijo nos uniera aún más profundamente, siempre estaremos vinculados por él. Creamos algo juntos y me volví a enamorar de él. Todavía teníamos que hacer algo nuevo como pareja y fue Octavio, nuestro hijo. Es nuestro mejor trabajo en equipo.

Nuestro primer mes


V. ¡Un mes!

El 5 de diciembre Octavio cumplió su primer mes de vida y lo festejamos con mucho gusto porque también fue nuestro primer mes como papás. Todo es nuevo, todo es aprendizaje, todo es diferente, todo es adaptación y todo son ganas de que funcione bien nuestra vida y la de él. Aún estoy adolorida, pasada de peso, sigo sentimental, muy preocupona… pero feliz… realmente feliz…


El primer mes de Octavio lo festejamos todos

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