miércoles, 29 de abril de 2015

Mi escuela es una escuela inclusiva


Texto leído ante los padres de familia de la escuela como parte de un taller organizado por el equipo de USAER, donde hablamos del autismo y por supuesto, de la experiencia de la inclusión escolar de Octavio


Hola mamás y papás

Soy Octavio e igual que tus hijos, estoy en esta maravillosa etapa donde cada día aprendo cosas nuevas y cada cosa del mundo es un universo por explorar. Los niños de preescolar estamos aprendiendo que en el mundo existen muchos tipos de plantas, de árboles, de animales, de insectos, de peces, y por supuesto, de seres humanos.

Todos somos diferentes: tú eres diferente, yo soy diferente, todos somos diversos. Yo, por ejemplo, tengo algunas dificultades, me cuestan trabajo los cambios inesperados, necesito saber con anticipación lo que sucederá durante el día para poder sentirme tranquilo. Pero cuando recibo la ayuda necesaria puedo aprender de cada situación y disfrutarla. Necesito apoyarme con agendas, pictogramas, fotografías e imágenes para saber lo que sucederá. Soy un aprendiz visual.

Este ciclo escolar, me integré a nuestra comunidad educativa preescolar y ha sido muy emocionante para mí y toda una experiencia para mis padres, terapeutas, maestras y maestros y por supuesto para tus hijos, mis queridos compañeros de grupo.

El primer día fue complicado, no entendía qué sucedería ni que dejaría de ver a mi mamá, pero sólo durante unas horas, por lo que me asusté. Los siguientes días fueron menos difíciles porque con las ayudas visuales y con el apoyo de mi maestra “sombra”, me fui integrando cada vez mejor, entendiendo, participando y disfrutando de todas las actividades de cada jornada escolar.

Los primeros meses no quería quitarme los zapatos para entrar al salón de gimnasia ni podía seguir las secuencias de ejercicios que me ponía el maestro. Ahora ya puedo hacerlo, y muchas veces puedo hacerlo yo sólo, cada vez con menos apoyo. Me gusta dar piruetas y maromas. ¿Sabes qué me impulsa mucho? El apoyo de tus hijos, quienes me animan, me aplauden y echan porras cada vez que logro hacer las cosas bien.

Me gusta mucho la clase de música, el maestro ha sido muy cariñoso y comprensivo conmigo y gracias a su empeño me he aprendido el Himno Nacional, el Himno a la Bandera y el Himno a Veracruz. Y en los festivales he logrado tocar el pandero, llevar el ritmo e incluso seguir los pasos de los bailables. Estos logros que a ti pueden parecerte pequeños son grandes avances para mí.

¿Sabes que tus hijos tienen un corazón enorme y noble? En estos meses de ciclo escolar, he conocido amistades. Ariel y Abril han sido las amigas más comprensivas conmigo, saben que me gustan los abrazos y las cosquillas o saludarlas acercando mi cara a las de ellas, pero también han sabido darme mi espacio, como cuando no quiero jugar ni quiero que estén tan cerca de mí, o cuando no respondo ni sonrío, éllas saben que no lo hago como una descortesía, saben aceptar mi forma de ser sin ninguna clase de prejuicio. Todo mi grupo me acepta tal cual soy.

Mis padres y yo nos sentimos muy agradecidos contigo, mamá y papá, de que les inculques a tus hijos el valor de la amistad, de la aceptación, de la convivencia y el respeto. Me siento feliz, seguro y cobijado al venir a mi escuelita y ser partícipe de la alegría, la emoción, los juegos, el cariño que comparten tus hijos y el impulso que me dan, lo que me anima a seguir aprendiendo.

A mi maestra Ángeles y la maestra adjunta Rosita; a mis maestras “sombra” Luz y Mayra; a mi terapeuta Liliana; al equipo entero de USAER; a mis queridos maestros Carlos, Gonzálo y Marco Polo; a las amables maestras de los otros grupos de segundo y tercero; a nuestra directora, la maestra Blanca, que encabeza esta plantilla escolar que tan generosamente me ha abierto las puertas de la escuela y del corazón; a tus hijos maravillosos, cariñosos e incluyentes…


A todos, GRACIAS

Aparecemos en Revista Ser tribu Junio 2015

domingo, 12 de abril de 2015

Dante



Hoy soy Yarim niña, tu chula, tu viejita loca, que esperaba con ansias tu llegada a nuestra casa materna en la visita que quincenal y sistemáticamente nos hacías. ¡Este fin de semana va a venir Dante! Y llegabas en la madrugada, mientras yo estaba dormida pero en mi despertar iluminado te vería y que abrirías tus bolsas en la mesa y de ellas saldrían libros, juguetes, regalos o encargos que te hacíamos y que te esmerabas en conseguirnos. Después, el desayuno que a mí me sabía más rico que los catorce días anteriores a tu llegada. El olor del café, de la avena, de la carne asada. Y la música clásica que ponías a todo volumen que era la banda sonora de esos fines de semana emocionantes, amorosos y mágicos. Platicabas interminablemente con mi mamá para ponerte al día sobre nosotros, todo lo que habíamos hecho, cómo nos había ido en la escuela, qué juegos, gustos u ocurrencias nuevas teníamos. Te escuchaba hablar con gran pasión sobre tu trabajo o sobre la política y lo que acontecía en el mundo. El fin de semana transcurría entre muchas lecturas, juegos, pláticas, paseos, comidas, caminatas, risas… y un amor infinito entre tú y nosotros. Hasta el domingo en la tarde, en la que tenías que prepararte para viajar de regreso a México. Y todo se tornaba gris, triste, silencioso. Y te veíamos partir con tus bolsas al hombro. Calculábamos el tiempo en el que el ADO pasaría por la carretera cerca de la casa y esperábamos verte, tú abrías la ventanilla y con tu mano nos decías adiós.

Cómo me gustaban esos fines de semana… pero pasaban tan rápido.

Hoy soy esa Yarim niña, que esos domingos de despedida se sentía tan triste, apesumbrada, vacía, huérfana de ti hasta los próximos quince días en los que la magia volvería contigo de nuevo. Pero hoy se que no volverás pronto, que tu viaje es mucho más largo y que tendré que esperar más...

Tú me construiste Dante, y la materia estelar en la que te convertiste seguirá viajando por el universo, construyendo nuevos átomos que seguirán acompañándome siempre. Octavio sabe que no te volverá a ver, que su abuelo se fue de viaje hasta las estrellas, pero me alegra mucho saber que con su prodigiosa memoria, nunca te olvidará. No te olvidaremos.

Te extraño Dante.
Gracias por tu vida apasionada e intensa.
Gracias por amarme con locura

Yo te amaré eternamente.