Llegué al Jardín de las Esculturas del IVEC cuando estaba terminando la carrera y me convertía en una diseñadora recién egresada. En el Jardín pasé muchos buenos momentos, en un ambiente laboral y de amistad que no he vuelto a encontrar en otros lugares. En el Instituto Veracruzano de la Cultura (IVEC) que sentí como mi casa por muchos años, me desarrollé y crecí profesionalmente, hice diseños para muchos artistas, para exposiciones, hice portadas de libros, diseñé catálogos, invitaciones, carteles. Luego, me fui para caminar por la libre, pero siempre recuerdo ese lugar maravilloso, lleno de caminos que suben y bajan, lleno de verde y luz, donde pasé mi juventud, diseñé con pasión y disfruté del amor...
Hoy volví al Jardín, de una manera en que jamás hubiera imaginado. Me invitaron a un foro para padres para dialogar en torno a la discapacidad. Y me doy cuenta de que me gusta aportar, me gusta aprender, escuchar a quienes van caminando adelante de mí. Me siento cercana a gente extraordinaria que, si no fuera porque apareció el autismo en mi vida, no hubiera tenido la oportunidad de conocer, coincidir, compartir, conmoverme junto a ellos.
La vida me ha ido poniendo cerca a la gente que le da sentido a lo que soy ahora. Así que todo lo que he vivido, ha tenido que ser para llegar a este momento. Hoy, que puedo volver al Jardín de mis amores y hablar del amor, este que me ha convertido en la mujer, la mamá, la diseñadora que aporta con un granito de arena para la construcción de un mundo mejor para todos, especialmente, para ellos, nuestros hijos...
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