miércoles, 11 de abril de 2012

¿Sabemos qué hacer en una emergencia?

Pasa que cuando eres más joven y sobre todo, cuando no tienes hijos, nunca piensas en lo frágil que es la vida, se siente uno inmortal. Ahora como mamá, me preocupa faltarle a mi hijo y acontecimientos como los recientes me recuerdan que la vida es ésta, que hay que cuidarnos e informarnos para saber cómo reaccionar ante eventos que nos sacan de la cotidianidad.

Hace tres semanas tembló en México. Hacía mucho tiempo que no sentía un temblor tan fuerte. Estaba en el tercer piso del edificio donde me encontraba trabajando y comencé a sentirme muy mareada cuando me di cuenta de que estaba temblando. Se encendió la alarma sísmica. Me asusté mucho y bajé por las escaleras comunes, no por las de emergencia. Mi primera reacción fue correr pero recordé que hay que mantener la calma. Todos los trabajadores desalojaron los edificios que se movían como gelatina y se concentraron en los puntos de encuentro. Después fue un caos con las líneas telefónicas y no podía comuncarme con mi mamá que tenía a Octavio en su casa porque ese día no fue a la escuelita, ni con Israel que estaba trabajando en nuestra casa. Ni los celulares ni los teléfonos fijos servían. Mucho rato después logré hablar con ellos y todo estaba bien.

Al día siguiente además de otro temblor, hubo una balacera y un mega operativo policiaco muy cercano a donde estaba. Se cerraron las dos carreteras que dan acceso al edificio por muchas horas así que tuve que llamar a Israel para fuera a recoger a Octavio a la escuela y se lo llevara a casa de mi mamá hasta que yo pudiera salir del trabajo.

Estos dos hechos me hicieron pensar en varias cosas que generalmente pocas veces tengo en cuenta.
  • Tener el celular con saldo. Sirve de poco tenerlo sin crédito porque aunque me puedan llamar a mí, yo no puedo hacer llamadas urgentes. Claro, no dejarlo olvidado.
  • Tener a la mano los números telefónicos importantes. Anotarlos en una agenda de papel o en una hoja impresa a la vista. Mal vicio es tenerlos sólo guardados en el celular y ya no anotarlos y mucho menos recordarlos. Asegurarse de que la familia y la escuela tienen el número de móvil y el fijo del lugar donde estemos.
  • Tener un plan familiar de acciones. Qué hacer ante un acontecimiento fuera de lo común, como un sismo o una balacera (que desgraciadamente ambos son bastante comunes en estos ultimos tiempos). Saber qué lugar va a ser nuestro punto de reunión. Saber quién puede recoger a Octavio si ni yo, ni Israel ni la abuela pueden hacerlo en un caso extremo.
  • Conocer las salidas de emergencia. Yo bajé por la escalera común y muy pocas personas habían bajado por ahí, ya que la mayoría en el edificio tienen claro que hay salidas y escaleras de emergencia para esos casos. Yo ni siquiera estaba enterada de dónde están.
  • No dormir desnudos. Porque nunca sabes si tienes que salir rápidamente en una emergencia durante la noche.
  • No cerrar la puerta de la casa con mil cerrojos y seguros si estamos dentro. En el nerviosismo por querer salir, no se encuentran las llaves o la puerta se atora.
  • Por supuesto conservar la calma. No correr. No empujar. No gritar. Además tener los papeles importantes a la mano. Tener un botiquín y una despensa de superviviencia.
  • Conocer el plan de emergencias de la escuela. Después de los temblores yo pregunté y ya me dijeron cuál es su ruta de evacuación y las acciones. Éllos hacen simulacros regularmente.
En fin, hay muchas más acciones de prevención que se pueden implementar, cada familia debe tener la propia para asegurar el bienestar de todos los miembros y que no nos tomen por sorpresa.

Aquí hay un plan de emergencia y acá está otro para armar una mochila de emergencia en casa, bastante útil, para estar preparados.

Repito, la vida es frágil, pero la información y la prevención pueden hacer la diferencia...

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