miércoles, 22 de septiembre de 2010

Culpa

Uno de los motivos por los que israel se negaba a tener un hijo era que -sí, su lado egoista- no quería sufrir junto a un hijo, estar preocupado por él, de por vida. Sabía que eso sucedería, que ya nunca más viviría "tranquillo" pensando en que algo pueda pasarle a el niño. Efectivamente, yo lo veo permanentemente estresado. A veces me da la impresión de que quisiera tener a Octavio en una burbuja protectora en la que nunca le roce ni el aire. Dice mi suegra que Israel tardó mucho en caminar, que porque se cayó y le dió miedo. Que lo sentaba en un sillón y ahí se quedaba quietecito, tranquilo, sin moverse, sin llorar, sin ensuciarse... Vaya un "buen niño" muy bien "portadito". Pero Octavio parece que no será un niño de los que se está quieto. Mientras Octavio ha sido un bebé chiquito, primero dormía horas en su moisés mientras trabajábamos en la mesa, luego dormía menos pero se quedaba tranquilo en su portabebé, entretenido con algún juguete... pero el nene está creciendo y ya no está tranquilo, y tiene fuerza y quiere moverse, gatear, pararse... Y claro, el estrés de papá está a todo lo que da. No tengo la más mínima duda de que ama a su hijo y de que de ningún modo se arrepiente de ser papá, pero hay situaciones que es muy obvio que le causan molestia, como el ver perdido el orden, lo minimalista de nuestra pequeña casa taller, con muchos libros, artesanías y materiales de arte, que ahora se ve de pronto con colchoneta en el piso, con juguetes por todos lados, con pañales secándose dentro de la casa, con aditamentos para bebé, como carriola, silla alta para comer, andadera y corral. Lo entiendo, es una casita donde antes cabíamos perfecto siendo sólo dos y ahora, con la familia en expansión, nos viene pequeña.

La seguridad en la casa ahora debe ser nuestra prioridad. Nos hacen falta reja y pasamanos para la escalera (yo ya me resbalé ahi cargando a Octavio), puertas para el fregadero con las cosas de la limpieza, protecciones en las ventanas, tapas para los enchufes y un largo etcétera.

Ayer mi niño se cayó. Tengo el corazón roto y un gran sentimiento de culpa. Yo estoy permanentemente con él. Siempre estamos juntos y lo que menos quiero es que le pase algo que lo lastime. Después de comer, Octavio pidió lechita para dormir y nos acostamos un ratito. Cuando ya estaba profundamente dormido, soltó la teta, le puse una barricada de cojines y cobijas y pretendí ponerme a trabajar en la computadora mientras él dormía. Así que lo dejé dormido y me fui a la mesa a trabajar. Luego llamé a la abuela para saludarla. Israel estaba pintando, igual, en la mesa. Ninguna precaución es suficiente. Octavio es un bebé que muchas veces se despierta sin hacer ruido y se mueve de modo que se salta los cojines que lo rodean para que no se caiga. Y sí, eso pasó, se despertó y se desplazó al vacío. Escuchamos el golpe. Israel lo encontró tirado de espaldas y privado del llanto, más del susto que de dolor. Por supuesto que Israel me culpó por haberlo dejado sólo. Yo corrí, grité, aventé el teléfono. Lo cargué, lo revisé, le dí chichi, lo abracé, hice todo para tranquilizarlo. Nunca había llorado así. Nunca había conocido el miedo ni el dolor. Esperamos a que reaccionara para ver si estaba lastimado gravemente. Por fortuna no. No tiene chipotes ni moretones y por supuesto nada roto. Toda la tarde lo tuve en observación y con el pie listo para salir al hospital, pero parece que sólo fué el susto. Salimos a caminar, a distraerlo, y estuvo el resto del día bien, ya tranquilo.

En la casa estamos los dos papás de Octavio, pero como siempre es la mamá la que está permanentemente al 100% para procurarle todas sus necesidades, darle de comer, cambiarlo, consolarlo. Me separé de él  porque además de ser mamá quiero aprovechar sus momentos de sueño para poder trabajar, es el único tiempo que puedo dedicarle a mi profesión... Y creyendo que estaba seguro y dormido lo dejé ahí y pasó lo que pasó.

Me niego a aceptar sola la culpa de que Octavio se haya caído, si los dos estamos en casa para cuidarlo. Pero me entristece que parezca que soy descuidada o que en cualquier momento le puede pasar algo grave por mi culpa, como puede llegar a ser la percepción de Israel. De ninguna manera quiero eso. Pero sí, Israel no puede distraerse cuando trabaja, si además, es él quien sostiene la economía de la casa, y yo, pues tengo que relegar mi trabajo para estar 100% como mamá. Me queda no despegarme de él, extremar precaciones y llegar a acuerdos, si estamos juntos podemos hacer adaptaciones, negociar tiempos, para que la responsabilidad de la crianza sea compartida.

Como sea me siento culpable. En la noche, después de bañarlo y de cenar, ya acostados los 3 en la cama, le pedí perdón a mi niño y le dijimos que nunca más se quedará solito sin la protección necesaria. Mi chiquito inocente y hermoso ya dormía tranquilo y relajado, rodeado de amor, quizá nunca recuerde que se cayó. Ojalá que nunca, nunca le pase nada grave. Perdóname Octavio, te prometo cuidarte siempre...

lunes, 20 de septiembre de 2010

Casa

Estamos tan acostumbrados a tener todo lo necesario, ropa limpia, comida en el refrigerador, agua para tomar, bañarse y para el inodoro. Luz para alumbrarnos y prender los aparatos. Cobijas calientitas para no pasar frío en la noche. Un techo donde ver llover y no mojarse. Las cosas materiales dan comodidad. Los servicios básicos lo confortan a uno y le proporcionan seguridad. Nos es tan común que de pronto no valoramos. Uno no se imagina perderlo todo. Perder además de la casa, a la familia en un desastre es algo realmente trágico. Hay que ponerse en el lugar de la gente que de pronto lo perdió todo. Cuando ves a las mujeres cargando a los bebés llorando, sin nada más que lo que traían puesto en el momento de la tragedia, gente que perdió su casa, sus cosas, sus mascotas y su familia. Una niña de tres años fue rescatada en helicóptero del techo de su casa, estuvo dos días sola, con hambre y sed. Su mamá tuvo que tomar la decisión de dejarla ahí para meterse al agua y nadar hasta encontrar algo de comida y ayuda…

Veracruz está inundado, muchísima gente lo perdió todo a consecuencia de las lluvias posteriores al huracán. Los ríos se desbordaron y tomó a la gente por sorpresa. Las imágenes son desgarradoras. Y uno piensa pobre gente. Y uno piensa que aquí no pasó nada, que estamos bien, que los nuestros están bien. Y prendes la luz y te cambias de ropa y sacas comida del refri. Valoremos lo que tenemos.

Nadie está exento de vivir una tragedia como la que estos días padece nuestro estado, nuestra casa… Ayudemos.
Hoy por tí, mañana por mí...

http://www.amarilloespacio.com.mx/mailing/mailing_acopio.html

viernes, 10 de septiembre de 2010

10 meses en este viaje maravilloso

Tomamos el autobus para la ciudad de México a las dos de la mañana. Por más que quise cargar lo esencial, mi mochila era enorme. Para mí, un pantalón de mezclilla y varias blusas. Para Octavio, todo el resto de la maleta. Por si llueve, por si hace calor, por si hace frío, por si se ensucia, muchas camisetas, manga corta, manga larga, pañaleros, pantaloncitos, chamarritas y el bulto de pañales. Así que con la mochila a la espalda, una bolsa de mano con cobijita, una muda de ropa para Octavio, juguetes, biberón con jugo, toallitas húmedas, etc.... La carriola plegable en la otra mano y en el lado contrario, Octavio dormido en el rebozo de argollas.

Qué maravilla que existan los rebozos y qué práctico es el de argollas, para quitarlo y ponerlo fácilmente. Y fue la mejor decisión habérmelo llevado para cargar en cunita a Octavio durante el viaje que, como fue de noche, se fue dormido todo el camino.

Fuimos a esperar a Israel a casa de sus papás en Pachuca, pero como yo no me aviento a manejar en carretera sola con Octavio, preferimos viajar en autobus. Y aunque tenía nervios porque nunca lo habíamos hecho y por saber cómo se comportaría él durante el trayecto. Además, llegando al D.F. teníamos que transbordar en otro autobus para llegar a Pachuca. Pero todo fue bien. Sin mayor complicación.

Pasamos una semana allá. El clima estuvo frío y muy lluvioso, pero la pasamos muy bien. Un poquito de vacaciones para mí porque las abuelas son muy atentas con nosotros y me han ayudado mucho con las necesidades de Octavio en este mes en el que Israel estuvo fuera. El abuelo orgulloso por ver sus genes heredados. Muy en familia, pasamos días contentos, con Octavio iluminándonos a todos.

Le festejamos en casa de sus abuelos sus 10 meses de vida y ya estamos planeando su primer cumpleaño, que está a la vuelta de la esquina, increiblemente. Festejamos también el regreso del trotamundos, que nos llenó de las anécdotas de su viaje por Estambul y su visita a los museos de NY.

Ahora retomaremos de nuevo nuestra rutina, juntos los 3, en nuestra casita, con muchos proyectos, muchas esperanzas y muchas ganas de seguir edificando nuestro futuro...

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Caminando juntos

La historia de los papás de Octavio


I
Se conocieron hace muchos años. Tenían 20 años y muchos kilos menos en el cuerpo. Coincidieron en la universidad. En la lista de aceptados de la carrera de artes plásticas, ella era la primera y él el último, pero desde ese momento el destino comenzó a acercarlos. Para ambos, estudiar en la Unidad de Artes era un mundo maravilloso por descubrir. Él había estudiado antes en un taller de pintura, en su ciudad. Élla ya había estudiado diseño en una carrera técnica. Él dejó su ciudad para estudiar en otra y dejar así, la casa paterna. En la Facultad de Artes Plásticas se encontraron. Quedaron en el mismo grupo de preuniversitario. Hicieron juntos el tronco común de la carrera, después se separaron según las opciones elegidas –pintura y diseño-

La primera vez que hablaron fue en la clase de geometría descriptiva, trabajando juntos en la mesa de luz. A ella le pareció guapo e interesante, y le encantó que la hiciera reír tanto. Poco tiempo pasó para que se hicieran los mejores amigos, compartiendo el mundo cultural de Xalapa, iban al cine, a las exposiciones, al teatro, al concierto de la sinfónica… Les parecía que al fin habían encontrado a la persona que habían estado esperando. Así que al poco tiempo, la amistad se volvió amor… el principio de un amor infinito…

Entonces, entre la escuela, los desvelos, las tareas, los viajes, nunca se imaginaron que su amistad se profundizaría tanto y que su amor trascendería y les traería, al paso de los años a un hijo hermoso. Ni siquiera era una idea que pasara por sus cabezas.

Era un septiembre. Era un otoño. Hace 16 años cuando empezaron a andar su camino juntos…