lunes, 7 de agosto de 2017

La cima es el cielo

Así se mama en Veracruz.
La cima es el cielo

Montaña elevada, fuerte y altísima. Inescalable. O casi. Eso creo (estoy más que convencido y así me lo has demostrado), eso creo que significa tu nombre morisco: Ya-rim, Yarim (me hubiera gustado llamarme como tú, pero al revés: Miray. ¿A poco no se oye mejor que Octavio?). Montaña casi vertical y acantilada, en árabe. Inescalable. Aunque un atrevido, como yo, puede que sí, si la escale; me digo orondo mientras recorro las empinadas laderas suaves como piel de madre de tus tetas, de cuatros caras, sin riscos ni barrancos; piel morena, árabe. 
Eso pienso del significado de tu nombre, madre. Eso pienso también de tus tetas oblongas cuando las ando con la yema (Yemen, yeram, yalim, yarem, yarmi, Yarim… todos los nombres morunos llevan a tí) de mis dedos mientras mamo de tu pezón rojo oscuro que corona ese obelisco gemelo de todo el macizo continental que eres. Además, te sonríes con una desfachatez cándida cuando me alimentas y nos miramos a los ojos como dos cómplices amamantes y me enseñas tu dentadura blanca, corona de tu sonrisa, como la nieve que cubre las copas de las grandes montañas como tú. Entonces, le pregunto al pezón por la dirección del cielo y me dice, con cara de asombro, como quien dice ingenuo: “Ahí estás”. Y yo, sin soltarte del cilindro dorado de la teta, imito su cara de asombro y crédulo abro los ojos para alcanzar a ver hasta la punta de la montañotota. Y yo, desde lo más hondo de mi silencioso interior y a mi modo, alcanzo tus ojos alegres y les digo: “Te quiero, mamá Yarima. ¿Te puedo decir así?”.

Meli Yerena

domingo, 30 de julio de 2017

Tardes de atletismo

Hay maestros con los que la conexión fluye casi de inmediato. Son los maestros que aceptan, comprenden, guían de forma firme y amorosa. En contraste con los que regañan, que quieren mantener sentados y en silencio a los alumnos, que etiquetan y que además, culpan a las madres por el "comportamiento desastroso" del niño.

Hace tres meses que tomamos la decisión de salir de la escuela primaria y del apoyo complementario para hacer un alto y ver las necesidades verdaderas de nuestro hijo. Y le dimos un giro a todo: cambiamos el sistema escolar regular que (para nosotros) es rígido, cuadrado y estresante, generador de ansiedad y conductas inadecuadas... Por intervención terapéutica intensiva; una escuela especializada, flexible y humanista; menos actividades académicas vespertinas por más actividades físicas y lúdicas.

Así fue como llegamos al grupo incluyente o unificado de atletismo del maestro Juan Carlos Guízar. Él es de esos maestros de los que hablaba al principio. Él mismo se describe como "Licenciado en Educación Física por vocación y Educador Especial por convicción". Trata a todos los chicos sin hacer distinciones, es exigente y firme pero sin dejar de ser amable y motivador con los chicos. Sin duda, se ve que su trabajo lo hace con mucha vocación y gusto.

Octavio se ilumina con los maestros y terapeutas que hacen la difencia, con los que se siente amado y aceptado, con los que intercambia emociones y con quienes se siente estimulado para interactuar. El maestro Guízar es uno de ellos y es, junto con los otros queridos maestros y terapeutas, un gran pilar para Octavio en los últimos tiempos.

Las tardes de atletismo son las mejores para Octavio. Moverse, correr, saltar, convivir con los demás niños y niñas lo hace muy feliz.


















Y yo amo verlo así.







sábado, 27 de mayo de 2017

Ladrones de recuerdos

Hace unas semanas los ladrones se metieron a nuestro coche mientras Octavio y yo estábamos en el parque. Se robaron el autoestéreo, los discos compactos, la batería y mis credenciales. Nos quedamos varados y asustados. Tuvimos que esperar a que viniera la grúa para llevarnos junto con el coche, porque de quedarse ahí, seguro amanecería totalmente desvalijado.

Días después compramos una nueva batería para que el coche pudiera andar otra vez y llevarnos a todos los lugares que necesitamos ir. Seguimos recorriendo grandes distancias pero ahora vamos en silencio. Comprar otro autoestereo no es imprescindible porque hay otros gastos mucho más importantes, así que eso tendrá que esperar.

La música para mí va ligada siempre a recuerdos de momentos maravillosos o melancólicos. Momentos de mi niñez o de mi juventud que se me disparan de inmediato con cierta música o canciones. Como cuando en los viajes a Pachuca, por la carretera escuchábamos Clandestino de Manu Chao. O la voz de Regina Spektor que me acompañó viajando en el metro de Nueva York. O en el tren que nos llevó a Paris, escuchando el soundtrack de Àmelie. O cuando estuvimos en la Barceloneta y escuché Mediterráneo de Serrat. O cantar feliz What a wonderful world la primera vez que estuve embarazada.  O el concierto Emperador de Beethoven que sin equivocación me recuerda los fines de semana de mi niñez. O Los Beatles que me recuerdan la hora de la comida en la casa materna cuando todos vivíamos en ella. O los Hombres G que me recuerdan la época en que disfruté de tener una hermana en mi prima Edna que vivió con nosotros mientras estudió la Normal. O las Memorias Sonoras que me hicieron sentir acompañada por Dante, recien fallecido en ese entonces, en nuestro viaje a Bogotá... Y así, mucha música, muchas canciones son mis fotografías auditivas del pasado.

Si algo me hacía evadirme del estrés que implica manejar en nuestra caótica ciudad era escuchar mis discos. Los ladrones se llevaron mis recuerdos y seguramente ahora andarán rondando por algún bazar de cosas usadas, o en el piso del tianguis o en la basura, porque para nadie valen lo que para mí.

Así que, ladrón, nunca sabrás que el cd de Dralión de Cirque du Soleil, que te robaste en realidad era el recuerdo de una hermosa visita a la ciudad de México con mis amigos Chris y Vero, donde los tres íbamos con penas de amor y nos acompañamos en los museos y en la carpa Santa Fé; El disco Conversa de Eraclio Zepeda, autografiado para Dante, un recuerdo invaluable que además, era el favorito de Octavio en los últimos tiempos. Sri, encantador de serpientes, La niña sapa, Caballo viejo, El monje extraño: los cuentos que mi pequeño se aprendió de memoria y que nos trasladaban a Chiapas o a La India junto con la narración de Eraclio; Bossa Nova Years, que compré en Gandhi en el mismo viaje que conocí por primera vez -hace más de veinte años- a la familia de Israel en Pachuca, cuando desde el techo de su casa se alcanzaba a ver la gran fumarola del Popocatépetl, que desde entonces, sólo amenaza con hacer erupción y que Israel dibujó en su libreta; El disco de los Jugosos Dividendos que compré en su gran concierto en el Teatro del Estado, que fue una noche antes de salir a nuestro primer viaje a Europa. Al final del concierto corrí al departamento en el que viví de soltera el año de nuestra separación, para terminar de hacer mi mochila porque al día siguiente volaríamos a Roma, donde Israel y yo nos reconciliamos -con la Columna de Trajano como testigo- prometiendo amarnos por mucho tiempo. El cd X&Y de Coldplay, que me regaló mi hermano mayor y su familia en mi cumple 32 y que diez años después, el año pasado, volví a escuchar gracias a las redes sociales que mostraron un niño con autismo que se emocionó hasta al llanto al escuchar la canción Fix You en vivo; La recopilación de canciones infantiles que venía de regalo en la Revista Preescolar y que traía La cumbia del monstruo que nos hacían bailar y cantar a Octavio y a mí en nuestros traslados por la ciudad...

En tiempos de Spotify y Youtube todo puede recuperarse en forma digital, pero en forma fìsica, creo que es imposible porque mis discos compactos en realidad ya eran únicos, con un valor sentimental del que sólo yo puedo saber. Eran mis amados recuerdos, vivencias, mi pasado...

Dime, ladrón, ¿tú para qué los querías? No te hiciste rico si los intentaste vender en los mercados de robado, porque en realidad no valen en dinero. Quizá los tiraste de inmediato o quizá tuviste la curiosidad de saber lo que escuchaban los pasajeros del viejo coche blanco y polvoso, que tuvo el mal tino de quedarse estacionado en esa calle empedrada, cuando tuviste todo el tiempo para abrirlo y robarlo, mientras nos pasábamos una divertida tarde de festejo, ese Día del Niño en el parque.

























Y acá, una playlist llena de más recuerdos: El soundtrack de mi vida

miércoles, 17 de mayo de 2017

Agua

Cuando los intereses, gustos o preferencias se conciben como una forma a través de la cual podemos encontrarnos en la danza del compartir nuestros mundos internos, en donde el niño encuentra su elemento que lo hace tener una identidad y la posibilidad de la construcción de su yo, de saber que él tiene una mente y un sentir diferente a la de la otra persona.

Entonces estos intereses o gustos toman forma clara, se hacen importantes y dejamos de luchar con ellos, los hacemos nuestros grandes aliados...

Gracias a ellos sabemos por donde caminar, trabajar, enmarcar en el tiempo y el espacio y fluir.

"Sí mi niño, el agua te llama, te conecta, te mueve, te hace sentir tú... apacigua tus batallas internas... Te hace sonreír desde el alma... Te hace disfrutar y ser feliz...
Bendita agua, agua bendita..."

Mtra. Rosa Virginia Martínez Conde.



lunes, 15 de mayo de 2017

Los vuelcos de mi corazón

2017 comenzó sacándonos de la tranquilidad de lo cotidiano, lo conocido, lo que nos funciona.

2017 llegó a sacarnos de nuestra zona de confort con cambios malos, cambios buenos y nuevos retos.

El mundo de 2017 parece estar de cabeza, queriendo desandar lo avanzado, donde la intolerancia, el racismo, la discriminación, la xenofobia, los derechos humanos y civiles quebrantados; injusticias laborales, donde cualquiera puede llegar a ocupar un puesto; desentendimientos entre las naciones; retrocesos en el tema de la conservación y en la lucha contra el calentamiento global; y localmente, nuestro Estado de Veracruz, se revela como la mayor fosa clandestina del país y nadie parece estar alarmado por ello; un incremento en la inseguridad y la violencia, cada vez más cercanas ... y así, un largo etcétara, que muestra una perspectiva oscura del futuro de todos.

Pero el futuro se vuelve aún más preocupante ante la realidad más cercana. La nuestra, la de casa. Una nube gris ha estado arriba, nublando nuestra vida: una vescícula llena de cálculos y dos intervenciones que me dejaron en tiempo fuera un par de meses; una permanente vida llena de estrés; el inesperado diagnóstico de una enfermedad crónica con la que ahora debemos aprender a convivir; un ojo morado y un cuello contracturado por un accidente en una puerta de vidrio; un coche que se quedó varado y mudo, por culpa de los ladrones que no respetaron ni a la carcachita que nos mueve para todos lados. Y un hijito que reacciona ante todo este cúmulo de circunstancias con conductas desafiantes y preocupantes. Y su mamá en constante angustia y su papá con la angustia potenciada a mil. Nos caímos en un hoyo que de pronto parece no tener fondo.

Me ha sido inevitable, ante este baño de cruel realidad y de tanta fragilidad, pensar en el futuro de mi hijo: ¿qué mundo tan desalmado le va a tocar afrontar sólo, cuando ya no le vivamos para apoyarlo? Rápidamente trato de disipar lo negativo y me enfoco de nuevo en trabajar para construírle las armas con las que podrá defenderse. Y ante eso, tomamos decisiones radicales para poder salir de este bache.

Y así, como todo lo que nos ha ido tocando vivir, una vez más nos enfrentamos en un cruce de caminos, donde podríamos seguir dejando a Octavio en un sistema educativo con buenas intenciones pero con muchísimas deficiencias en el tema de la inclusión. En una escuela "inclusiva" que recibe a los niños, con discapacidad u alguna otra condición del neurodesarrollo, pero que no sabe qué hacer con ellos, cómo hacer para apoyarlos y que más bien, espera la "normalización" del niño. Una escuela renuente a capacitarse en el tema del autismo. Una escuela que no toma en cuenta todas las recomendaciones de los especialistas para aplicar los sistemas de comunicación, apoyos visuales y todo lo que puede ayudar a estructurar el entorno escolar para ayudar a los niños a tener menos angustia y más certezas. Una escuela que, en nuestro caso particular, no terminó por entender las necesidades de nuestro hijo y de nosotros como familia. Faltó trabajo, faltó actitud, faltó comunicación, faltó interés, faltó apoyo, faltó la verdadera INCLUSIÓN.

Sin embargo, debo reconocer el esfuerzo de la maestra de grupo, Cristina, que apoyada por Mayra, la maestra sombra que luchó contracorriente para ser aceptada y valorada como profesionista y una figura importante en apoyo a nuestro niño. Éllas dos hicieron equipo y lograron que Octavio avanzara y llegara hasta donde llegó.

Pero por nuestras expectativas en el tema escolar y las necesidades de nuestra familia, fue que decidimos que el sistema educativo tradicional no es lo que en este momento nos funciona. Octavio podría terminar primero, segundo, tercero y toda la primaria en una escuela regular pero sin avanzar ni en lo social ni en lo académico, deambulando por la escuela sin que nadie le ponga el límite, tirando cosas, sin que nadie lo incentive para jugar con los niños, etc... En este momento necesitamos un lugar que nos ofrezca tranquilidad para todos: para Octavio un entorno amable, estructurado, comprensivo, al que asistir sin ansiedad y con mayor disposición para aprender. Y para nosotros, saber que lo dejamos en un lugar con manos especializadas que nos ayudarán a sacarlo adelante, bajando nuestros niveles de estrés porque nos sentimos cobijados y comprendidos.

Por fortuna ya lo encontramos. La primera semana en INTEGRA fue de adaptación para Octavio, asistió muy feliz, conoció los espacios, a los terapeutas, maestros y personal. Se sintió querido y nosotros estamos contentos. Se que habrá días muy buenos y días que no lo sean tanto, pero sabemos que este cambio es uno de los que en este momento nos dará la certeza y tranquilidad de que estamos en el lugar correcto, con los especialistas correctos, que recibiremos la ayuda que necesitamos para salir de este bache, encontrar estabilidad y vivir más felices.

Mi corazón anda dando vuelcos. Esas mismas extrasístoles que sentí a los veintitantos años, cuando mis aprehensiones eran por encontrar mi camino y al amor. Volvieron para decirme que deje de ser tan aprehensiva, que necesito paz en el camino que la vida me puso, pese al mundo de cabeza de este 2017, pese a los quebrantos de la salud, pese a los ojos moros y los coches robados. Necesito que mi vida vaya de nuevo, con calma, con tranquilidad, con aceptación, con amor...







martes, 9 de mayo de 2017

Por esta sonrisa

Porque a veces hay que reencauzar el rumbo, tomar decisiones y hacer cambios radicales que no todos comprenden, pero que comprendemos nosotros. El corazón nos guía y la razón nos dice lo que es necesario.

Y aquí estamos hoy, comenzando de nuevo, llenos de esperanzas y con una gran sonrisa en el rostro, luego de días llenos de nubes grises...

Feliz y agradecida por este inicio, un buen augurio...

lunes, 10 de abril de 2017

EVA

Son cinco minutos. La vida es eterna en cinco minutos…
Victor Jara. Te recuerdo Amanda
           
I

ÉL. Ahí sentado en la banca masiva de la parroquia, esperaba. Una campana repiqueteante indicaba que en menos de 5 minutos todo iba a iniciar. El mundo le daría la oportunidad de sentir al universo encerrado en los sonidos de aquellos instrumentos peculiares que no sabía que existían y que ese día estaba destinado a conocer. Un par de autobuses se aproximaron y detuvieron en la pequeña plaza que precedía el atrio de la iglesia. Bajaron de ellos un grupo variopinto de personas vestidas casi igual, cargando cajas de todos tamaños y formas. Se fueron al espacio lleno de sillas que se adaptó para ellos frente del altar. Y empezó todo.

Vio unas extrañas guitarras de varias dimensiones que los señores que tenía enfrente de su lugar empezaron a tañer usando una vara de madera sobre las cuerdas. Y los oídos empezaban a zumbar con todas las frecuencias que salían de 4 cuerdas.

Un hilillo de saliva salió sin control de su boca que de momento se lleno de aquellas nuevas vibraciones que eran muy distintas a las de la bocina ensordecedora del trailer veloz que irrumpió para advertirle del peligro que corría caminando sin miedo en medio de la autopista y que había sido hasta entonces el único sonido cuya estridencia le había hecho sentir que lo podían ver, que no era un ser invisible en aquella vida llena de tristezas que era su vida cotidiana, aunque solamente se percibiera como un estorbo más camino al centro de Pedro Escobedo, porque ahí en la Parroquia de Santa María Guadalupe se encontraría con sus hermanos quienes apenados de él y del sindrome de down reflejado en su rostro, se habían habituado a citarse lo más lejos de la telesecundaria de la cual estarían saliendo a esa hora antes de regresar a casa y quienes no sabía que esa tarde había concierto con la OFEQ.

II

Eva. Fumaba un cigarro antes de entrar a la iglesia y platicaba con alguien más que compartía su afición. Dio una última bocanada y se dispuso a entrar al templo unos minutos antes de la hora para iniciar el concierto de la OFEQ. Recordaba a veces su años de aquella juventud musical de donde surgió y encaminó sus primeros pasos por el universo de sonidos cerca de Zóltan Kodaly, el maestro húngaro que ideó un sistema de señas para los sonidos que podrían entender todos con oído o hasta sin él. Incluso en una película resultaba ser el idioma ideal para entablar comunicación con el universo y los demás seres que podrían visitarnos eventualmente, porque la música es el latido del corazón del creador del universo y en ellos nos movemos dentro del vientre del cosmos que se expande y nos traslada hacia al centro de todas las luces y de todos los orígenes en el tiempo y espacio ¿Quién soy, a qué vine?


III

Empezó a prepararse. Tensó el arco, verificó la afinación de las cuerdas y antes de empezar lo vio. Él, seguía sentado y quieto, pero de tiempo en tiempo trataba de cantar e imitar los sonidos que se dispersaban magnificados por la bóveda elevada del cielo de la iglesia donde se agitaban algunas palomas que se mostraron inquietas ante la inusual irrupción de sonidos.

Se levantó de su lugar y verificó cuánto tiempo quedaba antes de iniciar el concierto… “queda un poco…” se dijo a sí misma.

Se acercó portando su instrumento recién afinado y con el arco con la brea y tensión necesarias. Se acercó a aquel ser a quien todo el pueblo consideraba una piltrafa que evitaban y mostraban desde indiferencia, hasta desprecio, como indicaba su soledad en aquella banca tan próxima a la sección de violas.

Eva, con la paciencia y calma que dan 5 minutos antes de que Martín el concertino de la OFEQ afinara a la orquesta, le dio su viola y él la recibió sin miedo y sin extrañeza. Le puso el arco en su mano derecha y lo hizo frotar las cuerdas cuyas vibraciones eran tranquilizadoras y agradables, nada que ver con aquel trailer que lo  había sobresaltado unos minutos antes. Y rió y experimentó una alegría que no había vivido hasta ese día porque su primer lección de música –y posiblemente la única- la recibía de aquella señora gentil que desde la lejana tierra de los húsares había venido en esos instantes sólo para él, hablando con un acento peculiar y dando ciertas indicaciones para hacer vibrar esa guitarrita extraña que tenía entre las manos y que no quería dejar de sentir y que evocaba un extraña época que sólo entre sueños a veces surgía. Una voz, el canto de la mujer amorosa que no conoció y que acariciaba el universo redondo donde él nadaba placidamente sin miedo ni temores. En paz …
                                                                   
Martín pasó al frente de todos esos señores de negro y blanco para afinar a la orquesta y súbitamente el lugar experimento un silencio que sólo interrumpían los canturreos de las palomas que se reunían en el campanario. Eva retiró amablemente su viola y le dio un beso cariñoso de despedida en su frente. Con una sonrisa cómplice se trasladó a su lugar desde donde un momento después en medio de una ovación entró un señor con una varita que le recordó a los magos que a veces iban a la feria del pueblo…

IV
Sus hermanos lo arrebataron en medio de la suite 2 de L’Arlessianne de Bizet. Entraron y sólo porque el final emocionante de la farandole cubrió la pequeña discusión que tuvieron antes de llevarlo forzadamente hacia fuera. Él volteó varias veces antes de ver por última vez a Eva, que mientras tocaba sus pasajes no advertía nada de eso.

Al final del concierto, volvió a salir para fumar otro cigarrillo y en su paso lo buscó. Lamentó un poco su ausencia y al encender el fuego que iniciaba las cascadas de humo que salían de la boca, se preguntó una vez más por él, antes de ir a tomar el autobús a Querétaro.

Y él, algo lejos de ahí camino a casa sabía que había probado un poco al universo vibrante que, por unos breves instantes se abrió y lo conectó con la armonía de las esferas. Esa noche inusualmente estrellada se miró en el centro de todo. Una risa franca e intensa que sus hermanos no comprendieron y que hasta reprocharon por parecer aún más tonto de lo usual los desconcertó, aunque verdaderamente el único desconcertado era él, al haber sido súbitamente arrebatado de ese concierto que le cambiaría el mundo por un breve momento de fugaz felicidad.

A Eva Petrani. Compañera de labor. A  25 años de fundación de la Orquesta Filarmónica del Estado de Querétaro

Karel Gómez

10 de abril de 2017

lunes, 27 de marzo de 2017

Cuando las piedras se interpusieron en mi camino

-Todo va a salir bien mamá- Me dijo él con su vocecita tan dulce.

Lo afirmó tan convencido que yo misma me convencí de que así sería.

-Sí, mi corazón, yo se que sí, todo va a salir bien, voy a que el doctor me cure y después regreso y ya estaremos juntos.- 

En realidad, yo tenía mucho miedo, de sentir dolor, de quedar mal, de no despertar... Pero sus palabras fueron el bálsamo de la calma y esperé la hora de pasar al quirófano tranquila y sin pensar, más que en el fin del suplicio y en la libertad de estar sana.

Desde finales de enero he pasado una larga travesía con mi salud. Un dolor espantoso en la espalda se me desencadenó (o coincidió) a partir de dos tremendos golpes en medio de una crisis de Octavio. Como siempre lo achaqué a una gastritis nerviosa pero finalmente fue una vesícula llena de cálculos que requería cirugía.

Después de un largo peregrinar en la institución de salud de la que somos derechohabientes, donde la burocracía y la insensibilidad ante los pacientes que no llegan desangrados, baleados o en paro cardiaco, sólo me mitigaban momentáneamente el dolor pero alargaban el momento de ser atendida para verdaderamente resolver el problema. El IMSS me daba cita con el cirujano hasta 15 días después, tiempo que por supuesto no iba a poder aguantar con tanto dolor. Con el apoyo económico de mi familia, finalmente me operaron en forma particular el 7 de febrero. Fue una cirugía complicada que duró 4 horas. Pero pensaba que ya sería lo último que padecería, porque ya no tendría vesícula ni dolor.

Pasé un mes en recuperación y con una sonda que drenaría cualquier cálculo residual que hubiera quedado. El 7 de marzo me sometí a un estudio donde se vería si ya estaba todo bien y si podían retirarme por fin la sonda. Pero salió que había quedado un cálculo obstruyendo las vías biliares. Me enfermé por consecuencia de ese estudio, así que tuve que esperar a recupararme para poder programar otra intervención para retirar el cálculo que se quedó, además de la sonda.

El 22 de marzo finalmente se pudo hacer la CPRE (colangiopancreatografía retrógrada endoscópica). Todo salió bien, porque cabía la posibilidad de que no se pudiera sacar el cálculo y tener que irme a cirugía de nuevo. Pero, por fortuna no fue así. La anestesióloga me preguntó si estaba nerviosa y le contesté que un poquito. La verdad estaba muy tranquila, seguían haciéndome efecto las palabras de Octavio cuando me despedí de él. Pero como me explicaron, durante el procedimiento yo sólo me dormí sin darme cuenta y cuando me despertaron ya había pasado todo. Y todo estaba bien.

Fui muy feliz, al sentirme viva, sana, con ganas de correr a ver a mi pequeño, de devolverle a su mamá, de abrazarnos con esa fuerza apache que tiene. Al día siguiente nos regalamos la dosis de mamá e hijo que teníamos pendiente: no quería soltarme, dormimos juntos, cantamos, leímos, nos abrazamos sin miedo a lastimarme.

Ahora estoy retomando todo lo que dejé de lado, lo que no podía hacer y sobre todo, retomando mi compromiso de estar bien, para ayudarle a Octavio. Necesito una larga vida en salud para poder encaminarlo y soltarlo cuando tenga armas para salir adelante por sí mismo.

Gracias a mi familia por todo su apoyo. Gracias a mi mamá  y a mi suegra, los dos pilares de mi vida en estos meses tan duros. Gracias a mi compañero, por su respaldo económico y emocional para poder sanarme. Y gracias a mi hijito, quien afrontó con fortaleza este quebranto en su vida.




sábado, 4 de marzo de 2017

Rafa y Daniel

Qué importante es pedir ayuda. Qué importante es saber recibirla. Esta mañana despertamos solos, Octavio y yo, después de un intenso mes en el que si no hubiera sido por ellos, con todo su apoyo y cariño, no hubieramos podido salir adelante. La casa y el taller se quedaron en silencio, sin su compañía y soporte.

La dinámica de nuestra casa se nos vio alterada porque cuando la salud falla todo se complica. Mi falta de movilidad y libertad, consecuencia de mi recuperación, me obligó a permanecer en casa y dejarme ayudar, soltar el control, confiar y pasar la estafeta a las amorosas abuelas para resolver las necesidades de mi pequeño: llevarlo a la escuela, recogerlo, darle de comer, apoyarlo en su higiene personal y sobre todo, apoyarlo emocionalmente en este trance... todo lo que yo no puedo hacer por el momento.

Y mi compañero, cansadísimo, estresado; rebasado físicamente por su entrega completa a su trabajo; el profundo compromiso con el libro en turno; la delicadeza y extrema finura con la que nacen las ilustraciones a través de sus pinceles, que le llevan a dedicarle horas y horas, restándole tiempo al sueño y el descanso; las fechas límite en las que no importa que el mundo se caiga alrededor..., lo han puesto al borde del colapso.

Sin el apoyo de su noble amigo, discípulo aventajado, el final se vería todavía más lejano.

Así que hoy, que despertamos solos, porque abuelita Rafa y Daniel (Tigre) volvieron a sus casas e Israel tuvo que parar para ir a presentar su libro en Ciudad de México, nos sentimos sumamente agradecidos porque hayan podido venir a apoyarnos en los tiempos difíciles, en los que solo nosotros, simplemente, no hubiéramos podido.

Y agradecidos, también, por dejarnos encaminados hacia nuestro regreso a la rutina diaria, con más salud y estabilidad.