lunes, 26 de abril de 2010

Día de Campo


Por fin estrenamos el rebozo de la rifa de La Milpa (muchas gracias Náhuatl!) y nos fuimos, la abuelita, Octavio y yo, al Jardín Botánico, aprovechando el sol, a conocer a la extraña flor apestosa. Ya estaba en sus últimos días de floración, por lo que ya no olía tanto a muerto (la llaman Flor de Cadaver) pero hasta Octavio se tapó su naricita ;D


Después extendimos el rebozo, pusimos músiquita en el ipod e hicimos nuestro día de campo, donde Octavio comió chayote (ya está probando sólidos) y disfrutamos del clima, el sol y el pasto. Además ya se puede sentar y permanecer así por varios minutos :D 

Regresaremos pronto, ahora con papá, para caminar por todo el jardín y escoger un espacio con buena sombra para ponernos a leer un libro, dormirnos los tres y pasárnosla bien. Queremos que Octavio aprenda a disfrutar de la naturaleza desde pequeñito. Es muy observador.



Esta primavera que no quiere terminar de llegar bien, nos da un par de días de sol y calor y luego, de nuevo, lluvia y frío. Así que de nuevo al encierro y a esperar más días bonitos para salir de nuevo al campo, aunnque tenemos un solecito en casa, que nos ilumina aunque afuera esté nublado. 


viernes, 23 de abril de 2010

Heredando orden

Israel regresó de su viaje hace dos semanas. Regresó un viernes en la madrugada y apenas amaneciendo se tuvo que alistar para irse a Veracruz a trabajar. Pudimos platicar un poco hasta esa misma noche que regresó del Puerto y el sábado por la mañana se fue a dar su Taller de Dibujo, así que desde que llegó no pudo descansar casi nada. Regresó con el cansancio del viajero pero contento por haber ido a otros lugares, aunque ahora cada vez está más convencido de que la mejor compañía para viajar somos Octavio y yo.


Además, tuvo que llegar a terminar de trabajar en una exposición que tenía en puerta la semana pasada, así que nuestra casa, que es muy pequeñita, se transformó en taller de pintura. Siempre que Israel pinta, la mesa nos sirve para comer y como soporte de pinceles, trapos para secarlos, frascos de pintura, platos de mezcla de colores, botes con agua, bastidores, papeles, etc. Pero, mientras no contemos con un espacio más adecuado, tenemos que seguir adaptándonos en el que tenemos, para vivir y trabajar.

Nuestra casa ha estado en transformación desde que iba a nacer Octavio. Acostumbrados a vivir entre libros, discos, películas, pinturas y artesanías, de pronto hemos tenido que ir haciéndole cambios para ganar espacio para vivir, ahora, con Octavio. Yo tenía mi estudio en una de las dos recámaras que tiene la casa. Tenía dos mesas. Una era para mi computadora y la otra era de trabajo. Un estante y una cajonera con materiales de trabajo, mis libros de diseño, mis archivos, mi música, etc., pero tuve que adaptar todo, sacar cosas y tratar de reacomodarme en un espacio más chico, con la llegada de Octavio, porque hubo que meter un mueble para su ropa.

Empezamos desde el año pasado y apenas esta semana le estamos viendo forma a la nueva adaptación. Es increíble la cantidad de cosas que acumula uno en un espacio tan pequeño. Cosas, que además, no se usan. Sacamos las dos mesas, ya no tenemos PC, ahora sólo laptop y un mueble compacto para la impresora, el módem y como minidespacho de diseño. Nos deshicimos de muchas películas y estamos haciendo una selección de discos para quedarnos sólo con los de la música que más nos gusta.

Yo siempre he sido muy ordenada e Israel, después de pintar, vuelve todo a la normalidad y acomoda todo el desorden en que se convierte la casa. A veces me parece que él es más obsesivo que yo respecto al orden. Acomoda libros, películas, cuadros y artesanías casi con regla en mano. Ambos somos de la idea de tener pocas cosas, más en un espacio tan pequeño. Pero ahora que tenemos un hijo, es imposible no irse llenando de más cosas, lo cual, parece que altera a Israel. Ahora hay sillita, carriola, juguetes, cajonera, bambineto, cuna y moisés. Eso nos trajo una discusión esta semana.

Cuando nació Octavio heredamos un moisés y una cunita, que han servido para varios bebés antes. Además nos regalaron un bambineto que le sirvió mucho de pequeñito. El moisés lo trajimos de Pachuca, era herencia de un bebé conocido de la familia al primo de Octavio, pero está buenecito porque prácticamente Amir no lo usó y la cunita era del hijo de mi amiga Paulina, pero que también usó otra niña antes de que se la regalaran a Octavio. Hasta una buena colección de juguetes didácticos para bebé heredamos de los hijitos de unos amigos.

La cosa es que desde que nació, Octavio ha dormido en nuestra recámara pero ha usado siempre el moisés. Le gusta, es su espacio, se duerme a gusto, le encanta sonreírle y platicarle (me imagino que ve sonrisas en las arrugas de la tela del forro). Pero ya está creciendo, ya se mueve mucho, ya se quiere sentar y ya casi no cabe en él, así que ya llegó el tiempo de pasarlo a la cunita.

Como muchas de las cosas de las que no me informé desde antes de que naciera Octavio, el tema del colecho lo conocí después. No me acostumbré a dormirlo en nuestra cama y él parece estar muy cómodo durmiendo en el moisés, la burbuja, el bambineto, la cuna o la sillita portabebé. Pero tampoco, estoy de acuerdo en que el bebé duerma en la cunita en la recámara de al lado, como era la idea de Israel al principio. Yo no podría ni dormir de pensar que está tan “lejos”. Pienso que si hubiéramos conocido y estado de acuerdo en los beneficios de colechar desde el principio, me hubiera costado menos trabajo cuando recién parida, con la cesárea, adolorida y sin poder moverme bien, me paraba a cada rato a revisar a mi recién nacido en su moisés.

La discusión fue cómo adaptar la recámara, ahora con la cunita. Hubo que sacar un mueble de películas y pasarlo al otro cuarto y ordenar diferente para que todo cupiera bien. Finalmente llegamos a un acuerdo y la recámara quedó bonita, con la cuna de mi lado de la cama, con ilustraciones en las paredes y con espacio para maniobrar.

Aunque pasa la mayor parte de la noche durmiendo en su cuna, ya aprendimos a disfrutar de unas horas de colecho, cuando de madrugada se sigue despertando para comer y lo amamanto acostados, lo que parece que también me ha ayudado con más producción de leche y eso me tiene contenta. Así nos quedamos y nos parece una maravilla amanecer los tres juntos en la cama. Israel reboza de alegría cuando siente las manitas de Octavio en su cara, dándole los buenos días.

En fin, que tendremos que acostumbrarnos a que la casa seguirá transformándose, adaptándose para la seguridad de Octavio y pues conforme crezca habrá cada vez más cambios. Hay varios pendientes, como tapones para los contactos de la electricidad, puertas para la escalera, la alacena y los productos de limpieza, etc… Ya me imagino a Octavio cuando empiece a caminar y quiera agarrar las artesanías y la colección de fósiles de papá. O cuando tenga juguetes preferidos que deje por toda la casa. Le enseñaremos a ser ordenado, pero una casa con un niño tiene que denotar que vive ahí un pequeño torbellino… y los papás, pues tendrán que aprender a que no siempre se puede conservar el orden milimétrico de la casa.

Por último, ahora tendremos que esperar a que pronto haya a quien dejarle las cosas que está desocupando Octavio, continuando con esta cadena de herencias, que reduce gastos y que le saca más provecho a las cosas que los bebés dejan casi nuevas... O hasta pienso en que bien se podría hacer una red de intercambios, un trueque entre mamás, para obtener cosas que hacen falta, que nuevas son caras y que los niños dejan de usar y que puden servirle a otros, como ropa, juguetes o hasta muebles, todo en un afán de apoyar la economía y de consumir menos. Sería muy bueno participar en algo así... 

{momento}

miércoles, 14 de abril de 2010

Años

Con el cumpleaños de Elena, me quedé reflexionando sobre la edad. Dicen que todo llega a su tiempo. Mi tiempo me llegó pasados los 30. A los 33 me hice el propósito de tener un hijo antes de los 35. Antes quise hacer muchas cosas: desarrollarme en mi profesión, viajar, disfrutar de la vida de pareja, desvelarme, escuchar la música fuerte, dormir mucho y levantarme hasta tarde, comer lo que sea y disfrutar de algunos otros placeres mundanos. Pensaba que extrañaría mucho todo eso, que sería muy difícil dejarlo, cambiar… No creí que me llegaría el momento de querer tener un hijo y no fue al mismo tiempo que a Israel. Él inicialmente no quería tener hijos pero cedió a la idea y ahora, al platicarlo, ya no se imagina la vida sin Octavio. Yo tampoco…

En 2008 tuvimos un primer intento. Un embarazo que duró muy poquito y con él se nos fue una primera ilusión. Me dolió muchísimo física y emocionalmente perderlo y me sigue dando tristeza cuando lo recuerdo. Con la edad el grado de infertilidad va avanzando. Cuesta más trabajo pero, después de preparar mi cuerpo con la guía de mi ginecóloga, logré embarazarme y tuve a mi hijo todavía en los 35. Ese fue mi momento.

Ni hablar de un hermanito para él. A esto sí que no va a ceder. Ni la economía ni nuestra edad son un buen sustento. Yo padecí la enfermedad hipertensiva al final del embarazo, lo que obligó a que me las viera muy difíciles y que Octavio naciera antes de tiempo. Se supone que con la edad se incrementan los riesgos. A eso y a la depresión posparto es a lo que le teme Israel. No le gustaría, ni a mí, volver a estar en riesgo de algo malo por querer tener otro hijo. Pero creo que sí me gustaría que Octavio tuviera una compañía, un apoyo, alguien con quien compartir su vida, cuando nosotros, sus papás viejitos ya no tengamos energía o nos vayamos de este mundo. Sólo por eso me arrepiento de haber empezado la maternidad “grande”. Claro que la ventaja es que Octavio tendrá todas las oportunidades, las mejores, que podamos darle con toda la intensidad, para construirle un presente y un futuro feliz, siendo nuestro hijo único.

Soy parte de una generación que pospone la maternidad lo más posible. Muchos de mis amigos todavía no son papás y ni quieren serlo. Las primas que tengo de la misma generación que yo andan por las mismas. Apenas una de ellas está embarazada a sus 33 y la otra, lo empezó a pensar a sus 34. A mi hermano de 39 ya se le está antojando. Y así muchos conocidos viven felices sin hijos en su década de los treintas. Pero bueno, les llegará su momento. Yo a ellos sólo puedo decirles que es una experiencia única, incomprensible hasta que la vive uno y que para mí, hasta ahorita nada me ha parecido un gran sacrificio. Las cosas que hacía antes y que ahora dejé de hacer, no me duelen ni las extraño tanto como pensé que sería.

También ahora por fin entendí a mis amigas que ya eran mamás y que no podían seguir el mismo ritmo, cuando queríamos salir de noche por ahí a tomar una cerveza. Con pena confieso que llegué a pensar en que tomaban a sus hijos como su mejor pretexto para no salir. Ahora sé que de verdad no tenían con quién dejarlos o si estaban enfermos ni modo de dejarlos por irse a echar una chela… en fin… que antes que nada están los hijos. Sin embargo, tampoco creo que al convertirse en padres, uno se diluya al grado de que deje de ser uno para vivir la vida de sus hijos. No. Creo que debe de haber un equilibrio. Hay que respetar la individualidad del hijo y la de los padres. Nosotros los traemos al mundo para darles lo mejor, pero no hay que dejarse de lado. Insisto debe existir un equilibrio: ser papas, ser profesionistas, ser pareja… se puede ser todo.

Por eso creo que al tener un hijo se tiene que estar 100% convencido de querer tenerlo, porque así, si las cosas cambian y no vuelven a ser como antes, pero nada, nada se siente como un gran sacrificio. Así me siento yo. No me duele cambiar nada, no añoro el pasado, y quiero vivir cada día sabiéndome mamá de Octavio, como una mujer nueva y diferente, que tal vez no puedo seguir haciendo las mismas cosas que antes y no me importa ser cursi, pero soy muy feliz así, cuando escucho a reír a carcajadas a Octavio reafirmo que todo vale inmensamente la pena.

Y quién diría que pasados los años nos volveríamos padres. En semana santa recibimos la visita de mis amigos los Vishos y de Janet, con sus niñas bonitas, Azul y Regina. Cuando nos conocimos hace tiempo ni siquiera nos imaginamos que un día nos reuniríamos con nuestros críos. Es muy bonita esta etapa, la de vernos ahora siendo papás.

En fin, hoy a mis 36, soy la mamá, seguramente de un hijo único, que me hace inmensamente feliz y a quien quiero darle todo lo que esté en mis posibilidades para que él también lo sea, todos los años que me toque vivir…

lunes, 5 de abril de 2010

Quinto cumplemes

"...tú eres el bien
que me dibujará
un día de abril
con veinte años más...



...años que te entregaré
como se entrega el mar
agua donde crecer
y olas con qué jugar..."


Hoy cumples 5 meses y te los celebramos el sábado... Pero hoy, justo en tu cumplemes has llorado mucho, no sé qué te está pasando, no puedes dormir de corrido, estás muy inquieto, tu alegría habitual está opacada, no quieres comer bien... supongo que estás padeciendo con tus encías... no sé qué remedio hacerte o ponerte para calmarte... pero me duele verte así....

Supongo también que estás desajustado, aunque estamos muy a gusto en nuestra recámara de la casa de la abuela, extraño y extrañas nuestro espacio, nuestra casita, nuestro nido... Ya falta muy poquito para que regrese papá y retomaremos nuestra vida habitual...

Te amo mucho, mi muchachito hermoso...

jueves, 1 de abril de 2010

Mi manera de matar pulgas

…Y bueno qué más les da… yo quiero que mi hijo use pañales de tela y qué?…


Sí, cuestan caros, pero el dinero para comprarlos no es suyo, es mío. Para mí, no es un gastar a lo loco… es una inversión… por qué, me critican tanto? Cada quien tuvo su tiempo, cada quien tiene sus propios hijos y sus propias ideas. Cada quien tiene, dice mi mamá, “su manera de matar pulgas”… yo tengo la mía y no deberían meterse con eso…. Lo que más me decepciona es que a veces, quienes me convierten en centro de tiro al blanco de comentarios molestos, es mi propia familia, de quien no esperaría esas reacciones ante cosas que hago. Pero además, es que son biólogos!!!, y deberían entender que es más beneficioso “gastar” en este tipo de pañales que en los desechables… que es mucho menor el impacto al ambiente, si se lavan y se reutilizan, que si se tiran. Y sí, por la cantidad de dinero que se paga por estos pañales modernos de tela, podría comprar muchos metros de franela y hacerlos pañales, como los que usaron nuestras mamás con nosotros en nuestros tiempos..., pero si ahora los hay así, bonitos, prácticos, modernos y ecológicos, por qué no voy a querer usarlos con mi hijo, aunque sean caros?. Parece que su medida de las cosas es el dinero… Yo no tengo, pero el que gasto en esto, es INVERSIÓN... por lo que yo no tengo ninguna duda, de que vale la pena...

Ya se les está haciendo costumbre y no me gusta, se esperan a que haya más gente para ponerme en el centro y empezar a criticarme… así fue anoche, me hicieron sentir mal, por más que no quiera que me afecte…