domingo, 27 de febrero de 2011

Nunca te vayas sin decir te quiero...

... porque de un momento a otro la vida se acaba, así sin avisar, y todo se queda, y la gente que amamos y nos ama se queda con la sensación de que no aprovechamos el tiempo, en vida, para estar juntos, acompañarnos, convivir, decirnos cuánto nos necesitamos....

Esta semana, murieron con un día de diferencia, un primo de Israel y un tío muy querido mío, el hermano menor de mi papá... así, nada más, sin tiempo de nada. Ambos viajamos a despedirlos, Israel al Estado de México y Octavio y yo a Orizaba. Mi tío fue quien acompañó a mi mamá durante su trabajo de parto, cuando yo iba a nacer, ya que Dante, mi papá, estaba fuera...

Qué triste es reencontrar a la familia en esas circunstancias..., por qué no nos reunimos antes, en una fiesta, en un cumpleaños o con cualquier pretexto, por qué esperar a vernos en un funeral...

En fin, el tiempo no vuelve, así que aprovechemos cada día, amando, abrazando, diciéndonos y demostrándonos cuánto nos queremos.... después no hay regreso...

Por supuesto, a cuidar nuestra salud.

Hasta luego tío César, te extrañaremos...

miércoles, 23 de febrero de 2011

Reorganizándonos

Los episodios de berrinches de Octavio, me dieron pie a una gran reflexión, una introspección para entender(me) (nos) ya que sin duda, esos difíciles días los berrinches no eran sólo de Octavio si no de sus papás, siendo este, quizá el principal motivo para que el chiquitín reaccionara ante una actitud negativa de los adultos de la casa.


Esos días, una nube gris, de desánimo y desesperación, estaba encima de nuestra casa. Proyectos que se vinieron abajo; dinero insuficiente para cubrir los gastos; la falta de un espacio adecuado para trabajar (estudio o taller) para la producción de las ilustraciones; arreglos imprevistos de la casa que no podían dejar de atenderse; y de nuevo, el dinero, que no es suficiente...

Todo eso hizo que estuviéramos en un juego de malascaras, maloshumores, voces fuertes y un ambiente negativo. Es lógico que Octavio lo percibió y coincidió (o más bién reaccionó) con sus dias de berrinches. Lo que nos tomó por sorpresa, puesto que él, nunca había sido un bebé "malportado". Y de pronto, ya los tres andábamos incómodos, inconformes y enojados con los tres.

Sin embargo, tenía que llegar la cordura, y la claridad para poder tomar decisiones que nos ayudaran a que volviera la calma a casa. Decidimos que, Octavio necesita toda la atención de su mamá, en casa, por lo que, aunque suene tentador llevarlo a la guardería para que yo me ponga a trabajar, por lo pronto queremos que sus primeros años los pase en casa, con nosotros, ya que más que socializar con otros niños, necesita del amor, atención y convivencia personalizados de su mamá. La recámara que antes fue mi estudio y que será la de Octavio cuando deje de dormir en la cama familiar, la readaptaremos ahora como el espacio de trabajo de Israel, donde mientras esté pintando, no podremos tener acceso.

Decidimos también que yo me dedicaré, y de mil amores, a la crianza del chiquitín, así que dejaré de sentirme presionada y con el remordimiento de que debería estar con las energías y la cabeza buscando un trabajo fijo para que entre más dinero a la casa. De eso hablaré en otro momento. Por lo pronto, me sigo con proyectos de diseño freelance que me permitan tener la libertad para que Octavio siga siendo mi prioridad. El papá de Octavio, entonces será quien pueda trabajar concentrado, con la tranquilidad de que el chiquitín está siendo cuidado y atendido por mí, avanzando en su trabajo como ilustrador y ambos dándonos espacio para llevar adelante nuestro proyecto de trabajo común. Así, organizados, podemos aprovechar las horas y nos queda tiempo del día para jugar y desestresarnos los 3. Es un poco la fórmula tradicional, de la familia donde la mamá se encarga de la crianza y de la casa, y el papá, es quien trabaja y es el proveedor, lo que no quiere decir que se desentienda de su hijo. Por lo pronto, decidimos que esa es la fórmula que nos funciona.


Después de leer, pensar, analizar qué es lo que nos estaba pasando en esos días pesimistas y en nuestra vida como papás, llegué a las siguientes conclusiones:

1. Que Octavio ha crecido, dejó de ser el bebecito tranquilo, silencioso y dormilón de sus primeros meses. Es normal que ahora, a sus 15 meses, como un niño sano, el chiquitín reclame, exija, grite, etc., porque simplemente está dando muestras de su determinación y carácter. Él mismo está conociéndose y conociendo hasta dónde puede llegar. Eso para nada quiere decir que se esté volviendo un niño "malcriado", como yo, en mi ignorancia y desinformación, llegué a sentir y que expresé aquí.


2. Que la falta de paciencia y nuestra reacción intolerante ante esos episodios fueron, sobre todo, una falta de respeto y comprensión hacia nuestro niño. Es imposible que él se adapte o se comporte de la manera que los adultos queremos que sean los niños, unos adultitos chiquitos que entiendan que deben portarse bien, que no deben molestar a sus papás con gritos, berrinches y quitándoles el tiempo.
NO! Octavio es un niño que exige, porque lo merece, nuestro respeto, nuestro tiempo, nuestra atención.
Eso es la crianza con respeto.


3. Que somos nosotros quienes debemos adaptarnos a el ritmo y necesidades de Octavio y no al revés. O por lo menos yo, como su mamá, al asimilar que en el tiempo que estoy con él no puedo estar con la cabeza y las manos en otro lado, tratando de aprovechar más el tiempo, si no que, ese tiempo en el que no hago nada más que estar con él, no es una pérdida, es una inversión, en la felicidad y disfrute mutuo (mamá - hijo) de sus primeros años, que nunca más se repetirán.


En estos días me siento en armonía, por fin, con tranquilidad, porque acepté mi realidad y condición: soy una mamá dedicada a criar con amor a su hijo, que no trabaja en una oficina ni gana dinero (como de pronto, todos esperan), pero que trabaja en construír un entorno y un futuro digno para él. Y con nuestra nueva organización y equilibrio, tenemos sonrisas, diálogos, buenos momentos, nuevos planes y ánimos para continuar nuestra vida juntos con nuestro niño que crece y crece.

jueves, 17 de febrero de 2011

La lactancia prolongada

Hasta ahora no me he planteado hasta cuándo le dejaré de dar la teta a Octavio, pero creo que será mientras y hasta que él quiera. Mucha gente que nos quiere y nosotros amamos, constantemente comentan algo así como "y si te sale todavíaaa?" ó "ay mi niño pero qué le chupas que si ya no le sale nada, nomás los pellejos" cuando ve a Octavio pedirme la teta. No me gusta porque siento el comentario en plan burlón. Yo les contesto con un contundente "sí, todavía me sale" y ya a cambiar de tema. Aún así, yo estoy convencida de que quiero seguirle dando.

Generalmente la quiere para dormir, así que nos acurrucamos y después de algunos malabares y posiciones del Mama Sutra, toma su leche y duerme. Durante la noche busca un par de veces la chichi, lo que no me representa ningún problema, puesto que seguimos colechando, compartiendo la cama familiar, lo que facilita las cosas y nos ayuda a dormir bien.

Desde el principio no he sido de las madres que tienen mucha, muchisima leche, pero no me he desanimado, he sido necia para seguirle dando, la cantidad creo que ahora no importa, puesto que es ahora un alimento emocional, un acercamiento y un fortalecimeinto de nuestros lazos.

Estos días que el tema de la lactancia está en las redes sociales, ya sea porque en facebook se censuran fotos de madres amamantando porque les parecen obscenas, lo cierto es que en general, y lo he experimentado, cuando amamantas a un bebé mayor de un año, ya causa una serie de incomodidades en la gente.

Pienso que lactancia prolongada debe verse de lo más natural, si somos mamíferos... la obscenidad sólo está en la cabeza malpensada de la gente, nada mas..

sábado, 12 de febrero de 2011

10 cosas que he aprendido de mi hijo

10 cosas que he aprendido de mi hijo

"10 cosas que he aprendido de mi hijo es un carnaval de blogs cuyo propósito es hacernos reflexionar, compartir, reír, emocionarnos y facilitarnos una mirada en retrospectiva acerca de cuánto hemos aprendido desde que emprendimos el camino de la maternidad."

Es una invitación del siempre enriquecedor blog Amor Maternal. Este blog, El nido de Octavio, es una muestra de que estoy en constante proceso de aprendizaje. Desde que nació mi hijo estoy aprendiendo en todo momento a conocerlo, a conocerme y a conocernos. Aprendí a amar, admirar y comprender más a todas las mujeres que han sido madres, en especial a mi mamá y a mi suegra que me ayudaron, enseñaron y cuidaron durante el postparto. Desde que soy mamá pienso mucho en el mundo dañado que les va a tocar a esta generación de niños y que desgraciadamente, fueron las generaciones de sus padres y abuelos las que han (hemos) contribuído a que el planeta esté así. También he aprendido a tener más esperanzas de que las cosas pueden ser mejores y que tenemos que preparanos y prepararlo (a Octavio) para que sea un niño y posteriormente, un adulto feliz, satisfecho, pleno.

Pero bueno, aquí va pues, mi lista de cosas "sencillas" que he aprendido de Octavio:

1. A despertar con energía, no importa cuán cansada estuve el día anterior
2. A disfrutar y emocionarme con los sonidos que llegan de lejos
3. A observar con detenimiento las cosas cotidianas
4. A sentir las texturas del piso, las paredes, las piedras

5. A disfrutar de los sabores nuevos
6. A ver a los demás niños con alegría
7. A reirnos juntos
8. A tirarme en el piso
9.  Olvidarme del reloj y los horarios
10. A comunicarme sin hablar 

Hay muchísimas cosas más que he aprendido de y con mi hijo, podría continuar sin parar, pero mejor espero que otras mamás amigas se animen y compartan con tod@s sus 10 cosas. Sigamos aprendiendo...

lunes, 7 de febrero de 2011

Cómo hemos cambiado

Para tí, por tu cumpleaños...

La historia de los papás de Octavio

II

Nos conocemos desde los 20 años... casi en un suspiro hemos crecido y envejecido juntos. Estudiamos la misma carrera, trabajamos, compartimos, viajamos, vivimos, nos separamos, nos extrañamos, nos buscamos, regresamos... hemos hecho muchas cosas juntos, como pareja, durante casi 17 años... toda una vida...

Todos esos años, toda nuestra juventud veinteañera, nunca nos pasó por la cabeza tener hijos. Rentábamos una casa bonita, teníamos muchas artesanías y objetos de arte, un taller de pintura, un despacho de diseño, muchas películas y libros, muchos discos de música, un perro, un coche con el que nos íbamos de aventura a donde fuera sin planear. Nos íbamos al cine a las funciones de la noche o a las matinées, comíamos cualquier cosa. De mochileros nos fuimos juntos a La Habana, Roma, Florencia, Venecia, Barcelona, París y NY visitando los grandes museos y galerías, caminando como locos y durmiendo en literas de hostales.

En la mejor etapa de mi desarrollo profesional trabajando en una institución, con un buen sueldo, con mucho trabajo, horas extras, checando entrada y salida, comiendo de volada en una hora para regresar a la oficina por las tardes. Trabajaba con amigos en un espacio muy lindo. Además iba al gimnasio. Pesaba mucho menos. Me compraba ropa. Pagabamos la casa y los servicios entre los dos sin problemas. Salía con mis amigos a cenar y platicar con cafés y cervezas de por medio. Luego me independicé de la institución donde trabajaba y emprendí mi profesión freelanceando y me fue bien, ganaba mi dinero, suficiente para no cambiar nuestro rol de vida. No era ama de casa, no sabía cocinar y aún no lo sé, estaban las cosas limpias y en orden.

Así, disfrutando la vida y trabajando para disfrutarla juntos, llegamos a nuestra década de los maduros 30 y con ella, mi necesidad, mi llamado de la naturaleza por algo en lo que nunca había pensado antes, ahora quería ser mamá. Alguien tuvo que ceder. O él, a tener un hijo conmigo, o yo, a nunca tenerlo y seguir siendo una pareja, libre, independiente, con un perro y sin hijos. Cuando llegamos a un acuerdo, teníamos 33 años, hicimos el primer intento por embarazarnos. Nuestro hijo llegó dos años después, cuando ya teníamos 35. Muy deseado y amado desde el principio por mi, aunque Papá, sin embargo, tendrá que hacer las presentaciones pertinentes y el roce, inevitable y deseado, hará que el amor surja igualmente.

Por tantos y tantos años conviviendo y compartiendo el espacio solos, ahora me surge la pregunta de ¿qué tan preparados estábamos para ser padres? ¿qué tanto nos hemos adaptado a los cambios radicales que implican tener una pequeña vida en nuestras manos, en nuestro espacio, en nuestro tiempo?

Creo que no, no lo estábamos y estamos aprendiendo sobre la marcha. Tan no lo estábamos, que a veces no sabemos qué hacer ante un berrinche, nos cuesta ver de pronto la casa en desorden, llena de juguetes en el piso y con pañales y ropa de bebé secándose en las ventanas. Las artesanías ya están resguardadas en cajas hasta que dejen de ser un riesgo en y para las manos del pequeño explorador. Los discos serán igualmente guardados. Los libros y las películas se quedarán en sus lugares porque son demasiados, pero Octavio tendrá que aprender a entender que ahí están. Nuestro espacio suficiente por años, ahora tenemos que irlo adaptando hasta que sea un verdadero nido, el lugar donde crecerá Octavio seguro y resguardado, conviviendo con sus padres... en fin, así muchos etcéteras que hablan de nuestro proceso de aprendizaje y adaptación.

Ese 5 de noviembre de 2009 nacimos los tres y estamos creciendo juntos, adaptándonos, aprendiéndonos, conociéndonos, transformándonos. Para mí ha sido revelador ser mamá. Sí hay un antes y un después.Y aunque pueda añorar el antes, vivo intensamente el hoy con todo lo que representa.

Los muchos años que fuimos sólo Israel & Yarim los estamos coronando con nuestra pequeña cría, que llegó a acompañarnos y enriquecernos. No ha sido un sacrificio, porque la vida se nos ha vuelto, con él, cada día más interesante y llena de retos...

Amor y paciencia, son dos de las respuestas ante las tantas preguntas que surgen en nuestras cabezas de 37 años, que día a día, están aprendiendo a ser los pápás de Octavio.

domingo, 6 de febrero de 2011

El reparador de sueños

Siempre,
llega el enanito
con sus herramientas
de aflojar los odios
y apretar amores

Silvio Rodríguez



Octavio cumplió ayer 15 meses... y claro, siempre me entran las dudas y los temores. Lo que ronda actualmente por mi cabeza es cuándo irá a caminar solito. Siempre veo y -mal hecho- comparo a los demás bebés de su edad o más pequeños que ya caminan y corren muy seguros solos, sin agarrar la mano de su mamá o papá, dándoles seguridad. Y, aunque a veces sienta que Octavio va más lento que los demás, la verdad no tengo prisa para que ya lo haga, porque sé que cada niño es diferente y tiene su propio ritmo, ya sea para caminar, hablar, dejar el pañal, etc.

Por lo pronto, le encanta caminar empujando sillas, bancos, mesitas, cajas y todo lo que le sirva de apoyo para desplazarse por los espacios de nuestra casa y las de los abuelos. Un buen día se bajó de la andadera, gateó, se topó con un banquito amarillo, observó que lo podía empujar y que al empujarlo podía avanzar con él. De ahí lo fue perfeccionando, hasta empujarlo, dirigirlo, orientarse, regresarse, etc. A Octavio le gustan los retos. Antes iba su mamá detrás de él, cuidando que no se cayera para atrás y se golpeara la cabeza, sosteniéndole suavemente el banco. Él se enojaba y me quitaba la mano, como diciéndome "quita tu mano, mamá, yo puedo solo". Ahora lo hace solo y yo lo cuido de lejos.

Un día se encontró otro banquito igual y empezó a empujar los dos juntos, así que le va añadiendo grados de dificultad a su medio de locomoción. Cuando se dió cuenta de que había más cosas para empujar, le díó por empujar su silla alta, la periquera donde come, que es de madera y pesa. Por suerte el vecino del piso de abajo no está por las mañanas, si no, con justa razón nos reclamaría por el ruido del arrastre de la silla en su techo. En los parques, cuando ve a los niños en las carriolas o cochechitos, se les acerca para empujarlos.

Hoy empujó una silla del comedor de la casa de la abuela, de madera rústica y muy pesada, y no se dió por vencido, aunque yo le ayudé, pero es obstinado... insisto, le gustan los retos...

A Octavio le gusta subir y bajar escaleras, claro, por seguridad, agarrado de la mano de mamá, papá o sus abuelos. Siento lejano aún el momento en el que lo pueda hacer solo. En nuestra casa tenemos que poner una reja en el barandal de la escalera porque es muy insegura. Yo me he caído ya un par de veces ahí. Así que el abuelo paterno, que trabaja la madera, nos prometió hacer un par de rejitas, una para la escalera y otra para la cocina. Estamos tratando de hacer que los espacios sean más seguros, para nuestro pequeño que cada vez quiere llegar más lejos.

A sus quince meses y agarradito de nuestras manos, Octavio camina y crece...
...siempre va esta personita feliz trocando lo sucio en oro....
Octavio nuestro amado reparador de sueños...